La libertad de expresión descomprime muchas molestias propias de la convivencia y generadas por el ejercicio del poder al que están abocados los gobernantes.
Pero además, cuando estos autorizan a los gobernados a expresar sus quejas, críticas y hasta sus burlas, emiten una señal de fortaleza.
En general los pueblos reclaman la libertad de expresión como un derecho sagrado, pero no lo hacen para defender ideales:
Los pueblos reclaman a sus gobernantes que sean fuertes y lo comprueban indirectamente observando cómo permiten y resisten sus críticas.
Lo digo de otro modo: Cuando el pueblo exige la libertad de expresión, lo que está procurando es comprobar si los que mandan son realmente fuertes o no.
Todos sabemos que los niños suelen tener mal comportamiento, no solamente por error sino también con el deliberado intento de averiguar hasta dónde los padres están seguros de lo que hacen.
La vida familiar y escolar tiene un formato que luego se reproduce —con ciertas variantes— en la vida adulta (cívica, laboral).
Aunque todos queremos que los administradores del país nos aseguren las mejores condiciones de vida sin molestarnos, aceptamos que para lograrlo a veces tienen que hacer uso de la fuerza.
En nuestra afectividad se mezclan los sentimientos de respeto, miedo y amor.
A cualquier edad, nos complace amar porque este sentimiento surge del bienestar recibido del ser amado.
La capacidad que demuestra el ser amado para proveernos de bienestar, nos inspira un respeto que no se deteriora necesariamente cuando incluye algo de miedo.
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9 comentarios:
Con respecto a la libertad de expresión, le recomiendo que vea la película 'La vida de los otros'.
Es una suerte que con mi esposo coincidamos en criticar a mi prima. En caso contrario no sé de qué hablaríamos.
Tú siempre nos sorprendes con tus hipótesis!
Todos queremos que el gobierno sea fuerte y que lo demuestre con los otros.
Aceptamos que los gobernantes hagan uso de la fuerza porque los gobernados somos humildes.
(vio como lo leo)
Mis hijos siempre intentaron averiguar hasta dónde podían tirar de la soga. Llegó un día que tiraron tanto, que terminé ahorcado.
Los sentimientos que se mezclan en mi afectividad, me complican cuando disparo porque apunto para cualquier lado.
Tenemos que superar la vida familiar y la escolar para poder reproducirnos en la vida adulta.
Durante la dictadura, cuando luchábamos por la libertad de expresión, no necesitábamos comprobar la fortaleza del que mandaba; teníamos sobradas muestras de ello. Muchos de nuestros compañeros estaban ya en prisión soportando la tortura.
Perdimos seres queridos, arriesgamos la vida, otros perdieron la salud para siempre.
Sin libertad de expresión hay sólo una verdad permitida y un modelo de sociedad dominada por el terror. En ese ambiente debes vivir y criar a tus hijos.
No se trata de una pulseada.
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