domingo, 21 de febrero de 2010

Espejo peinado


Espejo Peinado (en realidad Ángel Laguarda) dedicó muchas horas a embellecer su cabellera porque su amor imposible (Graciela Dientes, en realidad Graciela Castromán) le había dicho que «momentáneamente» no lo aceptaba porque él tenía los pies demasiado grandes.

Lo cierto es que él no sabía bailar y ponía en riesgo podológico a las chicas que lucían delicadísimas sandalias de tacón.

Espejo calmó su angustia pensando que otras chicas no le mirarían los pies encandiladas por su aceitada melena. Adquirío la compulsión a mirarse en cuanto objeto reflejante estuviera en su camino, aún cuando éste lo obligara a agacharse.

Entre las chicas se sabía —porque la hermana lo había comentado con sus amigas íntimas— que Graciela lloraba desconsoladamente por tener los dientes superiores muy salidos y que la familia se divertía cuando el hermano menor le gritaba «Diente frío» para hacerla enojar.

Según parece, también opinó que no debería haber rechazado a Espejo porque en definitiva ella no era tan atractiva como para ser «pretenciosa y andar eligiendo».

Corrieron muchos rumores contradictorios cuando en una reunión bailable del Club Patria se produjo un insuceso que observaron muy pocos pero comunicativos.

Estaban de visita en la casa de la profesora de química un par de jovencitos de nuestra edad, muy parecidos entre sí, quizá mellizos pero no gemelos.

El más elegante, con algo de actor de cine, fue a uno de los bailes, ocupó una mesa él solo y se dedicó a mirarnos mientras tomaba pequeños sorbos de una bebida cola.

Cuando Espejo fue al baño, el actor se levantó como un resorte y entró tras él.

Minutos después salió Espejo hecho una furia, algo despeinado y se fue para no regresar. El sobrino de la profesora salió al rato, con la vestimenta un poco desarreglada pero de buen humor. Pagó lo que había consumido y se retiró dejando trás de sí miradas que habrían tejido una densa red de haber sido más tangibles.

Espejo tuvo un cambio muy importante en su forma de ser. Lo notamos triste, desorientado, como si hubiera descubierto que sólo se gustaba a sí mismo (o a los de su mismo sexo).

Nota: La imagen es de Elvis Presley (1935-1977)

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8 comentarios:

Oscar dijo...

Muchas veces me he preguntado hasta dónde llegará la intimidad entre hermanos mellizos o gemelos.

Daniel dijo...

Y todo por culpa de los espejos bajos!

Roberto dijo...

Me gusto mucho a mí mismo, si por eso se entiende que estoy cómodo con mi forma de ser, con mi cuerpo, que tengo buena autoestima, pero de ahí a que me gusten los tipos, me parece que andamos bastante lejos.

Lola dijo...

Será cierto eso que dicen de los de pie grande?

Filisbino dijo...

Un rechazo puede tener derivaciones impredecibles...

Jacinto dijo...

Y el otro mellizo? No me diga que se volvió a lo de la tía sin nada entre el pecho y la espalda!

Emiliano dijo...

Doc, Narciso era puto?

Juan dijo...

Para que no sucedieran esos hechos aberrantes, deberían poner baños mixtos!