sábado, 15 de marzo de 2008

Sugerencias imperiales

- ¡Te pedí que opinaras, no que legislaras!

A veces uno le pide la opinión a alguien y luego se entera con sorpresa que el consultado entendió mal y que más que la opinión solicitada lo que nos da es una orden autoritaria.

Por ejemplo, usted le pregunta a su suegra sobre si quedaría mejor una cortina de voile o una de organdí y ella le responde “acá lo único que queda bien es una tela más tupida porque te entra demasiado luz”. Usted queda agradecida por la opinión y luego instala una cortina diferente a la recomendada obteniendo una ofensa del tipo “¿para que preguntas si después terminas haciendo lo que se te ocurre?”

El malentendido es clarísimo: La suegra se pensó que le estaban pidiendo que tomara una decisión. Lo novedoso en este tema está en que la nuera fue muy clara cuando pidió la opinión pero, una vez más, la interlocutora no escuchó lo que le decían (pedido de opinión) sino que escuchó lo que más deseaba escuchar (toma de decisión).

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18 comentarios:

Anónimo dijo...

A mi me pasó esto muchas veces pero cada vez me sucede menos porque en Internet puedo encontrar ideas a casi cualquier tema por más personal y extraño que sea.

Anónimo dijo...

Durante años estuve usando el método de preguntarle a "los que saben" como forma de entablar una conversación, pero justamente esta reacción de ellos me fue quitando las ganas y ahora prefiero no hacer más preguntas. En todo caso, cuando necesito alguna información, comentario o sugerencia, procuro encontrar a alguien con quien luego no tenga que seguir vinculado y si lo que quiero es entablar alguna conversación le digo "tengo ganas de hablar contigo pero no sé de qué".

Anónimo dijo...

Me molestan las personas que preguntan y preguntan porque para mí que lo que buscan es que uno les solucione la vida. Preguntan porque son haraganes. No tienen ganas ni de pensar. Me fastidian y si aparece algún despistado que todavía no sabe mi posición sobre el particular, lo saco corriendo diciéndole claramente lo que pienso de su actitud.

Anónimo dijo...

Eso de escuchar sólo lo que uno tiene ganas de escuchar se relaciona con la sordera psicológica, muy común entre las personas de gran fantasía, de intensa vida interior, con un cierto rechazo al realismo más terrenal.

Aclaro que yo no soy ninguna profesional pero pertenezco a una familia muy nuerosa que nos reunimos casi todos los fines de semana y donde se tratan asuntos que no me interesan en absoluto. Paso el rato observándolos y este artículo me hizo acordar de esa vieja conclusión.

Anónimo dijo...

Confesionario: No puedo evitar que cuando alguien hace una pregunta delante mío, yo salte con lo primero que se me ocurre porque quiero que me pregunten, quiero ser preguntado, adoro ser preguntado. ¡PREGUNTENME PORFA!

Anónimo dijo...

Quiero defender a los que se enojan cuando sus recomendaciones son ignoradas por el aconsejado. Me parece que muchas personas asesoramos haciendo un gran esfuerzo en cumplimiento de una responsabilidad que aceptamos. Imaginemos la pregunta de alguien que está perdido en nuestra ciudad. ¿Acaso no es excelente acompañarlo hasta donde quiere ir? ¿No es ésta una actitud perfecta para con un visitante? ¿Cómo podría sentirse alguien que se tomara esa molestia y al llegar el visitante dijera algo así como "En realidad yo no quería venir hasta acá"?

Anónimo dijo...

En Argentina llamamos opinólogos a los que por algún motivo de prestigio ganado en algún área (médico, político, artista, escritor, ingeniero, sobreviviente o la profesión que tenga), es consultado sobre temas lejanos o muy lejanos a su talento. El opinólogo es alguien que jamás-jamás se niega a entregar generosamente los productos de su portentosa genialidad y como suele hablar por medios masivos, no puede exigir personalmente el acatamiento perruno a sus incuestionables sentencias.

Ser genio no es fácil.

Anónimo dijo...

Los mal llamados malos entendidos sirven -y mucho- para lograr buenos entendidos. Mi jefa es experta en hablar de una manera confusa para que luego, cuando las cosas se complican, ella dice que dijo pero que el otro no entendió o sea que la responsabilidad es del otro o en todo caso se reparte y ella siempre termina perdiendo menos de lo que debería.

Cuando la humanidad esté major desarrollada, en las universidades enseñarán carreras sobre las Ciencias Económicas de la Responsabilidad (capaz que ya existen y no me llegó el dato. Averiguaré más y después les cuento :).

Anónimo dijo...

Mis cuitas de amor las consulto con mis amigas y ellas ya saben qué es lo que me tienen que responder porque me conocen y saben qué pienso sobre cada una de las desventuras de mi pobre corazón, así que ellas me lo dicen, yo las escucho como si fuera la primera vez que me lo dicen y santas pascuas. Así deben ser las amistades y los consejos. No hay otra forma útil.

Anónimo dijo...

Mi receta para ser infalible es: 1) Trato de tener claro qué es lo que me gusta y que no me gusta; 2) En base a palabras claves que sé elegir, busco en Google argumentos que sean irrebatibles a favor de todo lo que me gusta y en contra de todo lo que no me gusta; 3) Los estudio bien y después salgo a la calle como cuando Rambo se ajustaba la vincha y todos sabíamos que había que acomodarse en las butacas porque se venía una parte linda, para disfrutarla con buches llenos de Pop y grandes sorbos de Coca. ¡Eso es vida!

Anónimo dijo...

Hago trampa. Lo digo ahora y lo callo para siempre. Cada vez que tengo una duda sobre algo importante, le pregunto a mi cuñado quien se toma un buen tiempo en darme sesuda respuestas que son divertidas en sí mismas, lo hacen ridículo a él porque se cree genio y no es más que un triste payaso gobernado por mi hermana y además, ahí sí como cosa especialmente útil, haré todo lo contrario a lo que me diga que haga, por dos motivos a su vez, para después darle respuestas absolutamente irónicas de por qué a último momento se me complicaron las cosas y no pude hacer lo mejor (es decir lo que él me había dicho que hiciera) y para que mi hermana se lo monte y le deshaga la paciencia diciéndole una y mil veces que yo le estoy tomando el pelo.

Anónimo dijo...

Las personas que nos rodean, e incluso nosotros mismos que con nuestro cuerpo rodeamos con mayor o menor desventura nuestro esqueleto, siempre estamos dispuestas a legislar, se nos pida o no. Estoy convencido de que legislar es la profesión más popular en el Río de la Plata. Se vuelve atrayente también porque las plazas son limitadas y dependés de la opinión de otros para opinar y legislar.

Anónimo dijo...

Es raro que sea así...¡con lo que nos cuesta tomar decisiones a algunos!

Anónimo dijo...

Siempre hay una excepción a la regla y es cuando le pedís opinión a tu jefe; ahí el tipo se lava las manos (las jefas también)

Anónimo dijo...

Marcos, perdoná que me meta, pero deberías cultivar más el cara a cara.

Anónimo dijo...

Janina, cuando quieras podemos vernos pero antes debo advertirte que mi rostro está algo estropeado

Anónimo dijo...

Una vez hice lo mismo que Paula, a un chico que me gustaba muchísimo lo encaré y le dije "quiero hablar contigo pero no se de qué"; como la conversación era telefónica el imbécil me dijo "entonces cortamos"

Anónimo dijo...

Pongo las manos en el fuego (como dice mi madre) de que Andrés (el que se molesta por las preguntas) es mi profe de matemáticas ¿o será que me estoy persiguiendo mucho?