viernes, 9 de noviembre de 2012

Los abusos de la compasión



   
La compasión es un sentimiento eventualmente utilizado para perpetrar un chantaje emocional y también para simular hipócritamente una sentida solidaridad.

La mayoría de los humanos sentimos compasión.

Esta vez no puedo apoyarme en el Diccionario de la Real Academia Española porque la definición de «compasión» se refiere a otras palabras similares (conmiseración y lástima), que al ser consultadas vuelven sobre el vocablo «compasión».

Irritado ante esta actitud claudicante de mi libro de cabecera, busqué la definición del primer insulto que vino a mi mente y me volvió el alma a cuerpo cuando leí que «tautología» es la «Repetición de un mismo pensamiento expresado de distintas maneras».

Fiel a mi costumbre, diré por qué me parece que la «compasión» tiene una injusta propaganda, sin dejar de reconocer que este sentimiento provoca algunos efectos secundarios positivos.

En otro artículo (1), digo textualmente: «Algunas personas hieren nuestra sensibilidad con exhibiciones asqueantes y sádicas, obligándonos a ayudarlas para aliviar el dolor que nos provocan».

Sin dejar de reconocer que podría haber utilizado palabras más dulces, sigo pensando que así podría describirse un chantaje emocional.

Sentimos «compasión» al imaginar que podríamos estar en el lugar del doliente, del sufriente, del acongojado. Si esta suposición es muy intensa, el sufrimiento puede parecerse bastante al que padece quien nos inspira «compasión».

El dolor que sufre el compasivo produce un alivio en aquellos dolientes que desearían compartir completamente su infortunio. Son personas que sufren menos si constatan que los demás también sufren.

Hay un dicho que lo resume: «Mal de muchos, consuelo de tontos».

Parecería ser que aquellos doloridos que envidian el bienestar de otros, se sentirían menos mal si no tuvieran motivos para envidiar, es decir, si los demás estuvieran tan mal como ellos.

Hay quienes simulan tanta compasión que terminan siendo consolados por el propio sufriente.



(Este es el Artículo Nº 1.743)

10 comentarios:

Gabriela dijo...

El que tiene un gran problema, un gran dolor, algo en la vida difícil de sobrellevar, puede sentir envidia hacia quienes llevan una vida más fácil, más alegre y despreocupada.
También puede suceder que el sufriente concentre su atención en buscar alivios a su dolor. Si le sucede eso, la envidia no lo va a invadir. Si además de eso, logra aliviar su dolor aliviando el dolor de otros, recibirá amor, y ese amor lo apartará de la envidia.

Anónimo dijo...

Si yo estoy tan mal como vos, y vos estás tan mal como yo... quizás andemos bien los dos juntos.

Hugo dijo...

Las personas que buscan generar compasión de una manera premeditada y calculadora, son descubiertas enseguida. La tendencia natural es que nos apartemos de esas personas.

Lautaro dijo...

A un psicópata se lo reconoce cuando no se identifica con el dolor del otro.

Irene dijo...

Cuando sufro me da lástima porque quisiera no estar sufriendo. Y cuando otro sufre recuerdo las veces que yo he sufrido y me da lástima.

Luis dijo...

A veces los chantajes emocionales vienen de personas tan queridas, que nos cuesta reconocerlos. Porque si los reconociéramos tendríamos que odiar a esa persona tan querida.

Alicia dijo...

Lo complicado de lo que dice Luis es que es compatible que dos personas se amen y aún así se chantajeen emocionalmente.

Adriana dijo...

Creo que el chantaje emocional proviene de personas débiles. Chantajean porque no tienen recursos emocionales como para conseguir lo que necesitan o desean, de otro modo.

Elena dijo...

De acuerdo con Adriana. El chantaje emocional es repugnante, pero si nos apartamos y vemos las cosas con frialdad, el que chantajea también merece compasión. ¿Quién no se manda un chantaje alguna vez, sin darse cuenta? El chantaje surge de la impotencia. Para poner un ejemplo claro; alguien podría decir: ¨si me dejás me mato¨. ¿Esa es una persona repugnante? ¿O es una persona desesperada?

Magdalena dijo...

Apoyo la propaganda de la compasión. Como humanos que somos, nacemos y vivimos débiles. Nos falta la seguridad incuestionable que brinda el instinto pelado. A la incertidumbre le tenemos que sumar la consciencia temprana de nuestra muerte futura.
Del mismo modo que con todos nuestros defectos y atrocidades, somos dignos de amor, también lo somos de compasión.