Las experiencias educativas, turísticas y sociales de los cónyuges ponen en riesgo a los matrimonios monógamos.
Nuestro sistema circulatorio
se adapta cada vez que la temperatura ambiente cambia. Tanto nos hace
transpirar para que la evaporación del sudor nos refresque, como nos cierra los
poros para que el viento no nos enfríe aún más.
El cristalino es un pequeño «lente» flexible que
tenemos en cada ojo y que se curva o se aplana para ver de cerca o de lejos
respectivamente.
Cuando el cerebro está pobremente irrigado, casi con seguridad
sentiremos un mareo y caeremos al suelo, para adoptar una posición horizontal
que restablezca la llegada de la sangre al tejido cerebral.
Pero psicológicamente también ocurren otras formas de adaptación, aunque
no tan mecánicas como las mencionadas.
Si llegamos a un lugar desconocido, la novedad en los estímulos
visuales, olfativos, sonoros, nos puede provocar un cansancio desusado y hasta
dolor de cabeza. Pasados los días y como resultado de la esperada adaptación,
comenzaremos a sentirnos mejor el resto de la estadía en ese lugar... que habrá
dejado de ser tan novedoso.
Sin embargo, cuando nos alejemos del sitio y volvemos a nuestro lugar de
origen, también sentiremos un poco del cansancio sensorial pero rápidamente nos
re-acostumbraremos...aunque no igual que antes.
Efectivamente, no es lo mismo conocer otros paisajes, agitar nuestros
órganos sensoriales, sentir emociones nuevas a no sentirlas.
Así ocurre con el proceso educativo: nos enseñan, nos muestran, nos
explican, nos proponer hacer prácticas y nuestro cuerpo, aunque se resiste, se
cansa, pero también se transforma de manera casi irreversible.
Esta importante transformación corporal, (aprendizaje), hace que las
nuevas sensaciones, experiencias y aprendizajes de los integrantes de una
pareja, los exponga a que dejen de aceptarse, quererse, necesitarse, gustarse,
amarse.
Por eso, el matrimonio monógamo es contrario al crecimiento individual.
(Este es el Artículo Nº 1.762)
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12 comentarios:
En el videocomentario usted dice que las relaciones íntimas con otras personas nos ayudan a conocernos. Dado que el cuerpo y la psiquis no pueden separarse más que artificialmente, lo que usted dice tiene sentido.
Supongo que estamos de acuerdo en que existen muchas maneras de conocerse y conocer a los otros.
Los adolescentes suelen tener varias parejas. En general sucesivas, pero eso es secundario. El asunto es que en su enorme curiosidad por hacer suyo ese mundo atractivo y a la vez amenazante que se abre ante sus ojos, necesitan conocer, investigar, probar. Esto lo hacen fundamentalmente a través de las relaciones con sus pares, relaciones que muchas veces incluyen el aspecto sexual.
Algunos adultos pierden la curiosidad por todo. Otros no. Otros cada vez se ponen más curiosos y paulatinamente se van sintiendo más libres.
La curiosidad se puede sublimar a través del plano intelectual.
¿A qué se refiere con experiencias educativas, turísticas y sociales? ¿A todo cambio, todo enriquecimiento?
Se me ocurre que de pronto nos desmayamos cuando no queremos pensar. Cuando algún contenido aflora amenazante desde el inconsciente.
En general la primera vez que tenemos relaciones sexuales con alguien, si bien vamos con muchas ganas, la cosa no sale del todo bien. Muchas veces lo nuevo exige un período de adaptación para pasar a ser disfrutable. Luego el mutuo conocimiento fortalece el disfrute. Más tarde puede generarse aburrimiento. Quiero pensar, quiero creer, que no siempre.
No entiendo por qué usted dice que los nuevos aprendizajes en una pareja, los exponen a que puedan dejar de gustarse y amarse. Pienso que por el contrario, esos nuevos aprendizajes, en la medida que nos cambian, nos vuelven novedosos aún para quien nos conoce.
Además pienso que siempre se puede conocer un poco más a alguien. Y que nunca se termina de conocer del todo; no sólo porque cambiamos, sino porque así como nunca terminamos de conocernos a nosotros mismos, tampoco terminamos de conocer a los otros.
Yo no afirmaría de manera tan tajante que el matrimonio monógamo es contrario al crecimiento individual. Los hijos nos hacen crecer mucho. Conocer a la familia de nuestro cónyuge, una familia distinta a nuestra familia de origen, también enriquece. A todo eso se agregan los amigos de uno y de otro, gente nueva de distintas procedencias. La verdad que no estoy de acuerdo con su planteo.
Me encanta viajar. No necesito irme demasiado lejos. A pocos kilómetros de casa encuentro personas que viven de manera completamente distinta a la mía. Encuentro paisajes, sensaciones, lógicas, gustos, costumbres, distintas, bien distintas.
Creo que ninguna transformación en nuestro cuerpo es reversible. Para poner un ejemplo: cuando se vuelve a la situación anterior a un estado febril, se me da por creer (porque la verdad no conozco del asunto) que hasta la alteración más mínima y pasajera en nuestro cuerpo, deja su huella. Aunque en el momento presente de pronto no existan formas de comprobarlo.
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