sábado, 17 de noviembre de 2012

La evaluación subjetiva de la educación



 

Fascinados por los recuerdos juveniles, cuando analizamos cualquier sistema educativo aislamos aquellos datos que nos permiten revivir sentimientos que nos rejuvenecen.

Yo tampoco estoy de acuerdo con el sistema educativo de cualquier país.

¿Por qué no estoy de acuerdo? La respuesta que viene a mi mente trata de huir, pero la sujeto por el rabo y acá la tengo, para que les confiese la verdad: Estoy en desacuerdo con cualquier sistema educativo porque soy clínicamente necio... como casi todo el mundo.

¿Qué quiero decir con «necio»? Que soy ignorante, imprudente, poco razonable, terco y porfiado, ... como casi todo el mundo.

Para los amantes del cine es una suerte que cada tanto aparezca algún film referido a las complejidades emocionales que ocurren entre estudiantes y profesores (1).

Son obras de arte narrativo que traen al presente los recuerdos más turbulentos de los espectadores.

En este fenómeno, tiene un rol importante la sensación de rejuvenecer, reeditar aquellas emociones que sentíamos porque realmente éramos jóvenes, pero que ahora, ¡oh, maravilla!, podemos volver a sentir: enamoramiento, angustia, fastidio, indignación, convicción sobre cómo debería ser la realidad, nociones nítidas sobre qué es la justicia.

La necedad aludida surge cuando olvidamos otros elementos que también son reales y que necesitamos descuidar para que las gratificantes sensaciones no se diluyan.

La estructura narrativa de esas películas concentra nuestra atención en hechos parciales y se asegura de que ningún espectador pueda tener una noción de conjunto sobre cómo es la realidad completa.

Por ejemplo, no se tienen en cuenta los intereses de los docentes, su perfil psicológico más frecuente, el afán que humanamente sienten de ser imitados, de ser elegidos como modelos ejemplares.

Quienes organizan los sistemas educativos no tienen docentes para seleccionar. Sólo consiguen los pocos que hay, con el narcisismo infaltable en todo ser humano.


(Este es el Artículo Nº 1.751)

10 comentarios:

Leticia dijo...

La imagen que puso hoy es de una peli que me encantó: ¨La sociedad de los poetas muertos¨. No sé por qué me gustó tanto. Creo que la vi cuando tenía 11 o 12 años. Me sentía identificada con el protagonista, ese chico que amaba el teatro y tenía unos padres que consideraban que el teatro no era un opción aceptable para el futuro de su hijo. El chico termina matándose... ¿y quién no deseó matarse cuando era profundamente herido por los padres?.
El profe era genial, él sí entendía a los chicos, los respetaba y sabía como estimularlos. La verdad nunca tuve un profe tan así, aunque tuve algunos profesores a los que recuerdo con mucho cariño. A mí me gustaban los docentes que hacían una puesta en escena cuando daban su clase. Disfrutaba mirándolos porque creo que ellos disfrutaban mostrándose. Ese narcisismo por parte de ellos, no me hizo mal, creo.

Evaristo dijo...

Pienso que el narcisismo jorobado al que se refiere Mieres, es el de aquel docente que necesita ejercer poder (no autoridad). Esas personas pueden ser profundamente inseguras, de ahí que necesiten la mirada y la escucha admirativa del otro. Por eso, cuanto más inseguros se sientan, más seguros se mostrarán. Estarán siempre dispuestos a sancionar e impartir justicia, a creerse dueños de la verdad y por lo tanto pretender que las cosas se hagan siempre a su manera.

Hugo dijo...

Lógicamente las películas no pueden dar una noción de la realidad completa. Se concentrarán sobre algunos aspectos. Del mismo modo, tal como dice usted, nosotros cuando recordamos hacemos lo mismo.
Analizamos el sistema educativo, largo tiempo después de estar directamente involucrados en él. Cuando ya no somos estudiantes. Eso convendría no perderlo de vista.

Selva dijo...

¡Qué satisfacción y orgullo siente un padre cuando es imitado! Y qué peligroso es eso... porque hay cosas y cosas para imitar... ¿no?

Yoel dijo...

La mayoría de las maestras son maniáticas hiper-prolijas que tendrían que haberse dedicado al bricolage y no a la enseñanza.

Jacinto dijo...

La prolijidad es un valor que está bueno transmitir. Sin caer en lo obsesivo, no me malentiendan.

Olegario dijo...

¡Volver a enamorarse como a los diecisiete!. De verdad reencontrarse con los recuerdos de la adolescencia te lleva a idealizar muchas cosas.

Mariana dijo...

Tengo 50 y todavía soy capaz de enamorarme así; con la ventaja de que ahora no espero al príncipe azul, sino a un hombre que sea como es.

Morgana dijo...

El perfil psicológico de los psicólogos es demasiado complicado como para puntearlo en un comentario.

Natalia dijo...

Desde que vi a mi Maestro de 5º, Fermín, llorar de emoción frente a toda la clase, comencé a enamorarme de los hombres que lloran.