Existe una reacción psicológica que podríamos denominar «asco ajeno», que impone el asco propio a otro que no lo siente.
Diré algo que ya comenté pero de tal forma que
parezca que nunca lo dije.
Lo que ya he dicho en otros artículos es que
existe un eslogan muy mencionado entre las personas más proactivas, audaces y
competitivas, que dice: «Prefiero
pedir perdón a pedir permiso».
Pues bien,
ahora diré algo parecido pero con otro título, otro escenario y otro tema.
Quizá también, con otro punto de vista.
El título
de este artículo es «Asco ajeno» y el texto del artículo estará dedicado a
explicar el porqué de ese título.
Formalmente
está copiando (paráfrasis) a una expresión conocida: «Vergüenza ajena».
Esta ocurre
cuando un semejante (alguien con quien nos identificamos, con quien podríamos
intercambiar roles, auditorios y actitudes), hace algo ridículo, impresentable,
que nunca podríamos hacer.
La
vergüenza ajena ocurre cuando ese otro semejante hace lo que nunca haríamos:
toser sin taparnos la boca, blasfemar delante de personas muy remilgadas,
asegurar conocimientos notoriamente falsos.
El «asco
ajeno» ocurre en situaciones más íntimas y no es otra cosa que la autocensura
que intenta prohibir a nuestro compañero sexual ciertas prácticas porque nos
dan asco a nosotros.
En otras
palabras: porque a mí no me gustaría hacer «eso», le prohíbo a otro que se
deleite haciéndolo.
La
situación sólo genera pérdidas de oportunidades y ninguna ganancia.
Dada la
situación anómala («No hagas eso porque a mí no me gustaría hacerlo»), es
probable que sea difícil encontrar un diálogo suficientemente razonable como
para poner las cosas en su lugar: «Que a ti no te guste hacerlo no debería ser
obstáculo para que yo sí lo haga, porque me agrada hacerlo».
Pues bien,
de esto se trata el «asco ajeno» o como quiera llamarlo.
(Este es el Artículo Nº 1.750)
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12 comentarios:
Lo que a mí me gusta hacer en la relación sexual, a veces a mi pareja no le gusta, pero como él sabe que a mí sí, me lo permite y últimamente hasta lo disfruta.
Bueno, yo tampoco haría cosas que lo hicieran sentir incómodo.
Pasar vergüenza es una de las cosas peores que te pueden pasar. Toda la vergüenza que pasé en mi infancia y adolescencia fue tanta, que no se la deseo a nadie.
El asco ajeno es el asco propio! ja! sí, tiene razón.
Las prohibiciones están para marcar el límite entre lo doméstico y lo salvaje.
En el sexo es linda una buena mezcla de doméstico y salvaje, como dice Hugo.
Llega un momento en el que se agotan las opciones que siendo prohibidas, tienen algo de razonables.
A mí que no me pidan perdón; que me pidan permiso.
Su paráfrasis sobre la vergüenza ajena, para mi frase en el asco ajeno, y vuelve a pararme en la represión, en el olvido y en el tabú.
Si uno es libre sexualmente, alienta al otro para que también lo sea. Las parejas aprenden mutuamente haciendo el amor.
Lo malo del eslogan es que se aloja justo ahí donde tenías un espacio para pensar.
Si le hiciéramos caso a algunos anarquistas que dicen ¨prohibido prohibir¨, entonces la vida nos quedaría un poco más desabrida pero mucho más pacífica, supongo.
Los ascos son culturales pero tienen un raíz natural y biológica. Están para preservar nuestra salud física y mental.
Pues bien, si fuera realmente así ¿por qué los ascos cambian tanto?
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