viernes, 16 de noviembre de 2012

El asco ajeno



   
Existe una reacción psicológica que podríamos denominar «asco ajeno», que impone el asco propio a otro que no lo siente.

Diré algo que ya comenté pero de tal forma que parezca que nunca lo dije.

Lo que ya he dicho en otros artículos es que existe un eslogan muy mencionado entre las personas más proactivas, audaces y competitivas, que dice: «Prefiero pedir perdón a pedir permiso».

Pues bien, ahora diré algo parecido pero con otro título, otro escenario y otro tema. Quizá también, con otro punto de vista.

El título de este artículo es «Asco ajeno» y el texto del artículo estará dedicado a explicar el porqué de ese título.

Formalmente está copiando (paráfrasis) a una expresión conocida: «Vergüenza ajena».

Esta ocurre cuando un semejante (alguien con quien nos identificamos, con quien podríamos intercambiar roles, auditorios y actitudes), hace algo ridículo, impresentable, que nunca podríamos hacer.

La vergüenza ajena ocurre cuando ese otro semejante hace lo que nunca haríamos: toser sin taparnos la boca, blasfemar delante de personas muy remilgadas, asegurar conocimientos notoriamente falsos.

El «asco ajeno» ocurre en situaciones más íntimas y no es otra cosa que la autocensura que intenta prohibir a nuestro compañero sexual ciertas prácticas porque nos dan asco a nosotros.

En otras palabras: porque a mí no me gustaría hacer «eso», le prohíbo a otro que se deleite haciéndolo.

La situación sólo genera pérdidas de oportunidades y ninguna ganancia.

Dada la situación anómala («No hagas eso porque a mí no me gustaría hacerlo»), es probable que sea difícil encontrar un diálogo suficientemente razonable como para poner las cosas en su lugar: «Que a ti no te guste hacerlo no debería ser obstáculo para que yo sí lo haga, porque me agrada hacerlo».

Pues bien, de esto se trata el «asco ajeno» o como quiera llamarlo.

(Este es el Artículo Nº 1.750)

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que a mí me gusta hacer en la relación sexual, a veces a mi pareja no le gusta, pero como él sabe que a mí sí, me lo permite y últimamente hasta lo disfruta.
Bueno, yo tampoco haría cosas que lo hicieran sentir incómodo.

Fabiana dijo...

Pasar vergüenza es una de las cosas peores que te pueden pasar. Toda la vergüenza que pasé en mi infancia y adolescencia fue tanta, que no se la deseo a nadie.

Mabel dijo...

El asco ajeno es el asco propio! ja! sí, tiene razón.

Hugo dijo...

Las prohibiciones están para marcar el límite entre lo doméstico y lo salvaje.

Natalia dijo...

En el sexo es linda una buena mezcla de doméstico y salvaje, como dice Hugo.

Evaristo dijo...

Llega un momento en el que se agotan las opciones que siendo prohibidas, tienen algo de razonables.

Marcia dijo...

A mí que no me pidan perdón; que me pidan permiso.

el poeta dijo...

Su paráfrasis sobre la vergüenza ajena, para mi frase en el asco ajeno, y vuelve a pararme en la represión, en el olvido y en el tabú.

Alberto dijo...

Si uno es libre sexualmente, alienta al otro para que también lo sea. Las parejas aprenden mutuamente haciendo el amor.

Silvana dijo...

Lo malo del eslogan es que se aloja justo ahí donde tenías un espacio para pensar.

Diana dijo...

Si le hiciéramos caso a algunos anarquistas que dicen ¨prohibido prohibir¨, entonces la vida nos quedaría un poco más desabrida pero mucho más pacífica, supongo.

Oliverio dijo...

Los ascos son culturales pero tienen un raíz natural y biológica. Están para preservar nuestra salud física y mental.
Pues bien, si fuera realmente así ¿por qué los ascos cambian tanto?