jueves, 13 de noviembre de 2008

«Dejad que los quejosos vengan a mí»

En el artículo de hoy titulado Los que sufren aman mejor digo que necesitamos el amor tanto como el alimento.

Como el amor surje de un intercambio (amo a quienes me aman), me preocupa amar como forma de generar lo que es imprescindible para mi: ser amado.

Nuestro espíritu está programado para tener la certeza de que una persona rica y sana ama mucho menos que otra que sea pobre y enferma. El modelo prototípico de amor es el de Cristo: un joven apuesto que es crucificado y mortificado con una corona de espinas que se hace matar por defendernos.

Ahora voy al punto que quería comentar. Todos conocemos personas que no paran de quejarse de lo mal que les va en la vida. Aún cuando sean tan pésimos actores que no sepan disimular su bienestar, perseveran en hacernos creer que padecen atroces carencias, sufrimientos e injusticias.

Estoy seguro de que estas personas no actúan siguiendo un plan estratégico sino que lo hacen automáticamente, porque han encontrado que esa forma de actuar en sociedad les resulta beneficiosas.

Y así es en efecto: las molestias que causan con su actitud quejosa son toleradas porque tienen el mérito de que cuando nos demuestran su afecto, nos parece muy valioso. Los quejosos logran que las manifestaciones de aprecio que hacen a los demás parezcan más auténticas, valiosas, gratificantes. Esta cotización que le damos a los gestos amorosos de los plañideros es lo que los estimula para continuar representando ese personaje.

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18 comentarios:

Anónimo dijo...

Este artículo podría haberse llamado "el negocio del amor".

Anónimo dijo...

Soy quejoso pero mi objetivo no es despertar amor sino no despertar envidia. Les tengo miedo a quienes me rodean porque oigo los comentarios que se hacen hacia otros cuando les va bien.

Anónimo dijo...

Mal de muchos consuelo de tonto. Es bueno integrar el grupo de los desgraciados porque eso ayuda sin trabajar. Los demás sólo se benefician imaginando nuestra desventura y se alegran de nuestra presencia.

Anónimo dijo...

En mi familia es alrevés: hay que andar ocultando las pérdidas porque son muy agresivos con los perdedores. Si te ven un poco hundido, te terminan de hundir.

Anónimo dijo...

la quejosidad es hereditaria

Anónimo dijo...

Siempre alguien comenta de dónde sale la imagen y esta vez nadie. Es ré conocido ese pibe. ¿Quién lo dibujó?

Anónimo dijo...

Miren que la cara que a uno le toca te marca un poco el destino. Hay personas que nacen para el cine y otras que nacen para acomodador del cine.

Anónimo dijo...

No me había percatado: quiero más a los conocidos que están mal.

Anónimo dijo...

Le huyo a las personas quejosas. A veces me veo a mi misma, en ellas y, me detesto.

Anónimo dijo...

¿Cuáles son esas personas que ud. conoce que valoran los gestos amorosos de los plañideros? Eso sólo le pasa a ud y diez más.

Anónimo dijo...

A Doña Maruja le gustaban los hombres con algo de menos. Podía ser una pierna ortopédica, un ojo ausente, un pulmón de menos, un riñón donado, en fin, esa clase de cosas. Era difícil conseguir ese tipo de hombres pero Doña Maruja se las ingeniaba. Un mal día, la sra. que nos ocupa, quedó paralítica. A partir de ese momento dejaron de satisfacerle los hombres con algo de menos. Empezaron a gustarle los hombres con algo demás: una barba hasta el ombligo, 2,10m de altura, penes extensísimos, etc, etc. Resulta que ahora la Doña necesitaba hombres especialmente fuertes, sólo aquellos hombres que pudiesen soportar su discapacidad.

Anónimo dijo...

Ya voy cayendo en la cuenta de que para mi velorio voy a tener que contratar plañideras porque no me van a llorar ni mis hijos.

Anónimo dijo...

Yo también conozco al pibe de la pintura. El actor Robin Williams, en fija que tenía esa cara de niño.

Anónimo dijo...

¿Ud dice que el modelo prototípico de amor es el sacrificio, o sea, que amar es sacrificarse por algo o por alguien?

Anónimo dijo...

No entiendo que es lo planteado con respecto a la figura de Cristo.

Anónimo dijo...

Tengo una carencia atroz de piscina en mi casa!!

Anónimo dijo...

Es cierto que precisamos el amor de manera fundamental, pero prefiero pasar 3 días sin la más mínima muestra de amor, a pasar 3 días sin comer.

Anónimo dijo...

Sí, estamos programados para desear todo aquello que se vincula al placer, el éxito y todo lo que existe de manera escasa y resulta difícil de conseguir y/o conservar.