sábado, 22 de noviembre de 2008

Mi mamá me ama y amo a mi mamá

El sueño de la casa propia es una metáfora de algo mucho más íntimo, afectivo, amoroso.

Tener un lugar en el planeta que nos pertenezca en exclusividad y donde sepamos que nadie puede expulsarnos, es una necesidad espiritual que surge en nuestra más tierna infancia.

Este deseo es la versión materialista del deseo romántico de ser la persona más importante para alguien.

Efectivamente, nuestra felicidad depende de que podamos sentirnos exclusivos para alguien a quien llamaremos «mi amor».

Suponer que alguien depende de nuestra existencia nos aporta la dichosa satisfacción de que no seremos expulsados del corazón de esa persona tan importante para nosotros como lo es —en otra categoría más materialista— la casa propia.

Claro que muchas veces la certeza de un contrato tan particular (que somos el objeto imprescindible para alguien) se deteriora, se debilita, se fractura.

La propia irrealidad del compromiso («juro que sin ti no podré vivir jamás») es la causa de que el sentimiento que más felicidad nos aporta (el amor) sea simultáneamente el causante de más pesares.

Cuando fuimos pequeños y absolutamente vulnerables, tuvimos que suscribir un contrato con mamá que incluía esta frase «juro que sin ti no podré vivir jamás», pero el enamoramiento adulto, que insistentemente quiere replicar aquel delicioso compromiso, cuyo cumplimiento nos dio tanta felicidad (de hecho, si mamá no hubiera cumplido su parte, no estaríamos vivos), no puede ser reeditado porque falta la condición de que nuestro amado sea «pequeño y absolutamente vulnerable».

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24 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso es lo que a mi me pasa con el tema de la casa propia o rentada. No me doy cuenta qué me conviene más y quizá la duda tenga una resolución obvia.

Anónimo dijo...

Parece que usted dice que felicidad=seguridad. Si es así, estoy de acuerdo.

Anónimo dijo...

Los domingos me siento la mujer más insegura del mundo. Claramente no puede ser que los días de la semana sean una causa objetiva.

Anónimo dijo...

Es como el burro y la zanahoria. Después que uno dejó la vida para comprar su piso, se da cuenta que la insatisfacción comienza en otro lado. Es de nunca acabar!

Anónimo dijo...

Mi marido fue totalmente mío hasta que supo que era fértil. Nació nuestro hijo y él empezó a interesarse por otras cosas y no por mí.

Anónimo dijo...

Mi marido me amó hasta que se curó de la hepatitis. ¡Qué ironía!

Anónimo dijo...

Cuando los hijos crecemos seguimos amando a nuestros padres aún cuando somos nosotros los que terminamos dándole una mano porque ellos ya no se bastan solos. ¿Cómo ve esto ud?

Anónimo dijo...

Si el ser amado se siente demasiado bien, seguramente levantará vuelo, como cuando era chica y curé a una paloma lastimada. Cuando se sintió bien, me dejó plantada. La vida me hizo dura.

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo en que nuestra felicidad amenudo depende, entre otras cosas, de sentirnos exclusivos para alguien, pero no me cierra eso de que "sin ti no puedo vivir".

Anónimo dijo...

El deseo de la casa propia pasa también mucho por lo cultural.

Anónimo dijo...

No nos podemos comprometer a eternidades porque la eternidad no es una dimensión humana. Sí podemos comprometernos a un vínculo sincero y expresar todo el deseo que tenemos de que no se rompa.

Anónimo dijo...

No se trata de ser imprescindible para alguien. De hecho ni de niños lo fuimos para nuestras madres. No sé qué le pasa a los demás, sólo puedo decir lo que siento. Para mí es muy importante tener un compañero que me considere su mujer, es decir, especial por el lugar que ocupo en su vida. No me gustaría que la persona a la que amo me considerara una amiga más.

Anónimo dijo...

Con respecto a lo que dice Evelyn creo que se equivoca porque cada amigo o amiga es especial, con cada uno de ellos establecemos un vínculo único.

Anónimo dijo...

Yo entiendo lo que dice Evelyn. Una cosa es la amistad y otra la pareja. Son vínculos distintos, entre otras cosas porque habitualmente la amistad no abarca el sexo.

Anónimo dijo...

Acá tener techo propio es considerado una inversión segura.

Anónimo dijo...

El único lugar en el planeta que nos pertenece es el que ocupa nuestro cuerpo en cada instante.

Anónimo dijo...

¡Si mi osita me engaña, primero me mato yo y después la mato a ella!...bueno, al revés.

Anónimo dijo...

ODIO A MI MAMÁ Y A TODAS LAS MAMÁS DEL MUNDO

Anónimo dijo...

No se trata, Celina, de que felicidad sea igual a seguridad. La seguridad es imposible. Lo que muchas parejas buscan no es seguridad, sino estar de acuerdo en lo que significan el uno para el otro.

Anónimo dijo...

Le cuento lo que me imagino con esa foto: parece una enfermera y su paciente. El hombre oculta algo, se le nota en la mirada, entre pícara y pervertida. Ella simplemente está trabajando y entra a la casa, conforme pero un tanto resignada.

Anónimo dijo...

Mi felicidad depende del dinero y estoy muy celoso porque no me ofrece exclusividad ninguna!

Anónimo dijo...

¡Al próximo que me expulse de su corazón lo voy a demandar por daños y perjuicios!

Anónimo dijo...

Si será importante el derecho a la vivienda, que está consagrado en la Constitución.

Anónimo dijo...

¡Dónde está el contrato que firmó mi vieja! Quiero que deje de cuidarme. No la aguanto más.