El sentimiento de solidaridad nos hace pensar que la desdicha de un semejante es y debe ser también nuestra.
El sentimiento de solidaridad nos hace pensar que la felicidad de un semejante es y debe ser también nuestra.
Habrán observado que el primer punto de vista es el popularmente aceptado mientras que el segundo, igualmente válido, no es reconocido.
Como la naturaleza siempre busca equilibrios, esta omisión de nuestra cultura (no reconocer como válida la solidaridad con quienes están mejor que uno) tiende a corregirse por vías indirectas. Es lo que hacen los ladrones, estafadores y demás delincuentes que atentan contra el derecho a la propiedad.
Por supuesto que no estoy diciendo que este derecho deba ser desatendido. En nuestro estilo de convivencia el derecho a la propiedad privada es quizá tan importante como el derecho a la conservación de la salud y de la vida.
Sólo me interesa señalar que este derecho está permanentemente siendo vulnerado porque corre con viento en contra dado que el sentimiento de solidaridad instalado entre los que nos sabemos semejantes, incluye el envidiar, desear y hacer lo posible por compartir aquello que tiene mi vecino y que a mí me haría tan feliz.
Podríamos llamarla «la otra cara de la solidaridad»... que también existe, aunque prefiramos no tenerla en cuenta.
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21 comentarios:
la solidaridad no es una idea reversible. se refiere a dar y dar, no a recibir por envidia. ud trata de confundir
El derecho a la propiedad está prendido con alfileres. Siempre hay que estar defendiéndolo porque es muy débil.
Tengo dos opiniones: Comprendo a los que roban pero una vez casi me roban y me sentí muy mal.
Los generosos y solidarios son personas que realmente buscan la felicidad personal de una manera que beneficia a los demás. Esta condición es buena para la sociedad y no podemos dejar de reconocérselos.
La solidaridad debe aplicarse dando a quien no tiene pero si tenemos una conducta equivocada somos nosotros los que tenemos que corregirla y no hacer algo por corregir a los que suponemos que están haciendo algo mal. Los demás puede que necesiten algunos bienes que tenemos en exceso, pero NO NECESITAN los juicios de valor que suponemos tener en abundancia .respecto a cómo deben ser lo demás.
La alegría es contagiosa, sobre todo si el que está feliz es un ser querido y comprendemos el motivo de su felicidad.
El sentimiento de solidaridad no me pide que me apropie de sufrimientos o alegrías ajenas. Quédese no más con su alegría o con su pena.
Voy a hacer una fiesta para solidarizar la alegría de haberme recibido.
Me estoy derritiendo al calor de la tarde. Esta desdicha compartida con mis coterráneos genera en mí un sentimiento patriótico.
Mi vecino no sabe compartir. ¿Por qué no se pone un poquito en mi lugar y piensa lo feliz que yo sería con su mujer?
Por suerte la envidia no se me aparece a menudo, o cuando viene, saluda y se va.
Todos los festejos se basan en el sentimiento de solidaridad con la alegría ajena.
Puedes robarte mis patines pero no te puedes llevar la alegría que siento al patinar.
Ahorra tiempo y dinero envidiar al vecino, si se envidia a uno que vive muy lejos aumentan los costos fijos.
Pensé que la bici de Emiliano me haría muy feliz pero hasta ahora me ha hecho golpes y golpes porque no calculé que me queda un poco grande.
Más que la envidia, es la carencia, lo que vulnera el derecho a la propiedad.
La envidia arruina la felicidad compartida.
Prefiero compartir a mi mujer antes que compartir mi auto.
¿Cuál es más contagiosa, la pena o la alegría?
Robin Hood era más solidario con la pena ajena que con la alegría.
LA TIERRA PARA LOS QUE LA TRABAJAN. ENVIDIA NO, JUSTICIA.
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