domingo, 2 de noviembre de 2008

El florista

— ¿Podemos compartir la mesa?

— Si.

— Mozo, ¿sírvame un café con leche con tres galletitas saladas? ¿Usted quiere algo?

— Si. Un vaso de agua.

— Parece que el frío se está yendo de a poco ¿no?

— Ajá... De a poco.

— ¿Usted es de por acá? Nunca lo había visto.

— Si. Vivo a unos diez kilómetros de acá.

— ¡Ah! ¿Vende flores por lo que veo?

— Si.

— Acá tiene su agua. ¡Gracias mozo! Es complicado el cultivo de flores ¿no es así?

— Yo las consigo en un pantanal que tiene una señora que vive sola a unos veinte kilómetros de acá. Nacen solas, las corto, las ato con alambre, las traigo, las vendo y ya está.

— ¡Qué interesante! ¿y cómo descubrió esa forma de vida?

— Entré a la iglesia una mañana en que estaba desocupado, tenía frío y mucho hambre. El cura decía que Dios cuida a los pájaros y a los lirios del campo dándoles de comer. Salí a buscar lo mío y encontré esto.

— Ah, sí, es una parábola dicha por Jesús.

— ¿Una qué?

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22 comentarios:

Anónimo dijo...

Además de tener deseos de trabajar y ganar dinero, hay que conectarse con los genios de la oportunidad.

Hebert dijo...

Esto demuestra que la intelectualidad no tiene porque ser directamente proporcional a la actitud, lo importante es que cuando se tiene esta última no importan los escollos .....

Anónimo dijo...

Me gustó el cuentito, pero me entrevera un poco que no figuren los nombres de los que hablan. ¿Es ese un estilo literario especial?

Anónimo dijo...

Así tendrían que ser todos los relatos: cortitos, frescos, ventilados, sin torceduras misteriosas.

Anónimo dijo...

Himagino que son calas.

Anónimo dijo...

El ingenio popular no descansa. El hambre es la gran maestra.

Anónimo dijo...

Quién es el autor de este cuento? Es de alguien conocido?

Anónimo dijo...

Esta vez no sé para dónde apunta Licenciado!

Anónimo dijo...

Estaría bueno que dos desconocidos compartieran con esa naturalidad una mesa en un café.

Anónimo dijo...

La próxima vez que vaya a tomar un café, intentaré pedir 3 galletitas saladas. Justo coincide con la ración correspondiente a la dieta Scardale.

Anónimo dijo...

Quién pide el café y quién el agua?

Anónimo dijo...

El café lo pide el sr. o la sra. que estaba en el café antes de que llegara el florista. ¿Vas cazando la onda, Armanda?

Anónimo dijo...

Lo que me desconcierta es que el mozo deje el agua, se agradezca a sí mismo y luego se ponga a hablar con el florista.

Anónimo dijo...

Conozco a ese florista ¡cómo no! viendo la foto me queda clarito. Es un sinvergüenza, entró al pantanal de los Piamonte como perico por su casa y se tomó por costumbre afanarse los cartuchos, justo que ahora están de moda.

Anónimo dijo...

Acá dicen las cosas por la mitad, extraen lo que les interesa y no reflejan la realidad. Primera cosa: yo no me afano los cartuchos, soy amigo (por decir de alguna manera) de la señora citada en el relato. Segunda cosa: tengo bien clarito lo que es una parábola y si no laburo, no es por falta de cultura, sino porque no me dan las bolas. Tercera cosa: no soy tan confianzudo como para sentarme con cualquiera en un café, cualquiera que además no se sabe que sexo tiene, ponerme a hablar así porque sí.
Reclamo un poco de respeto a la hora de sacar a luz instantáneas de la vida cotidiana de seres anónimos como yo, pero que no por eso, somos estúpidos.

Anónimo dijo...

El forajido ese me viene afanando las calas desde hace tres años. No es mi amigo. Que le quede claro además que aunque viva sola, me visita un señor que si lo ve cerca, lo vuela de una trompada. No me extraña para nada que ese vago se siente con cualquiera en un café para decir mentiras.

Anónimo dijo...

No seas bestia Eduardo! El tipo o la tipa que está sentado en el café es el que le acerca el agua al florista, agradece al mozo y pregunta por el cultivo de flores.

Anónimo dijo...

Me gustaría vivir del cultivo de flores ¡qué romantico!

Anónimo dijo...

Yo estaba mirando por la ventana cuando sucedió la escena que ud. relata. Lo que me llamó la atención, fue la literalidad a raja tabla del florista cuando se lo invitó a compartir la mesa. Ud. no lo cuenta y yo lo entiendo, protege la privacidad de esta persona, pero me parece que debería saberse que el florista tuvo, como primer impulso, la iniciativa de ir a buscar una sierra eléctrica para compartir la mesa. Fue difícil disuadirlo.

Anónimo dijo...

Ser florista es menos estresante que ser kilero.

Anónimo dijo...

Cuando venga Shreck, al florista lo sacan del forro.

Anónimo dijo...

El criterio empresarial no es para todos...