sábado, 15 de noviembre de 2008

El placer de la inmovilidad

Una buena manera de conocer al ser humano es curiosear las leyes que los pueblos han tenido que pensar para organizar la convivencia. Por ejemplo, cuando vemos que está prohibido matar ya sabemos que el ser humano puede asesinar.

La cantidad de normas que limitan nuestras acciones se acerca peligrosamente a un número infinito. Tantas normas también dan cuenta de lo que somos capaces.

Otra buena manera de conocer al ser humano es leyendo a los novelistas cuyas obras han resistido mejor el paso del tiempo: Homero, Dante, Chejov y un abundante etcétera.

Estas incursiones en la descripción del ser humano inevitablemente son leídas con una distancia que nos hace perder de vista lo que quizá sea más valioso de la lectura: tanto los códigos como los novelistas siempre están hablando del lector sólo que éste supone que están referidos a otros (a los posibles delincuentes o a los personajes de ficción).

El desconocimiento de nuestra condición humana nos quita libertades en tanto vivimos con alguien (nosotros mismos) que no sabemos cómo es, qué piensa, cómo va a reaccionar. Se nota más claramente cuando tenemos dudas paralizantes.

¿Por qué persistimos en no saber quién somos al punto de «padecer» dudas paralizantes? Para conocer una de las tantas explicaciones de todo esto podemos recordar que las restricciones a nuestra libertad suelen teatralizarse mediante juegos de inmovilización que resultan sexualmente muy excitantes.

En esta categoría también se encuentran las pesadillas en las que «no podemos huir de una amenaza terrorífica».

Los seres humanos nunca damos puntada sin hilo y nuestras conductas más llamativas están justificadas porque satisfacen algún deseo.

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19 comentarios:

Anónimo dijo...

Digo yo, podría poner alguna foto de un ser humano hombre, a nosotras también nos gusta deleitarnos.

Anónimo dijo...

Adoro la abogacía, ahora entiendo que puede ser que quiero saber de mí, cuán peligrosa soy ... oh, me estoy contagiando, ¡estoy teñida de pelirroja!

Anónimo dijo...

Pagué para que me ataran pero no me gustó. ¡Nunca más!

Anónimo dijo...

Los escritores son cuidadosos de no molestar al lector, pero si algo se les escapara, están los de la editorial que no te dejan pasar una.

Anónimo dijo...

Tengo la duda si los psicoanalistas son genios o locos. (Con todo respecto lo digo)

Anónimo dijo...

Tengo permanentemente pesadillas de ese tipo. Quiero correr y las piernas no me responden. ¿Ud dice que yo disfruto con eso? ¡Qué esperanza! Me despierto toda sudada en transpiración helada.

Anónimo dijo...

Soy un misterio para mí y para todos los que me conocen, pero si pierdo esto que me parece tan glamoroso, estaré mal-mal. No quiero conocerme jamás y adoro las películas de miedo.

Anónimo dijo...

Sé que muchas veces he tenido dudas paralizantes ¡si estaré bloqueada que ahora no me acuerdo de ninguna!

Anónimo dijo...

Qué interesante! Una buena manera de entender el lugar donde trabajo será pensar en las normas explícitas e implícitas con las que nos manejamos.

Anónimo dijo...

Voy a comprar spray paralizante porque mi duda paralizante es si voy a llegar sana a casa.

Anónimo dijo...

La libertad no es poder ir a cualquier lado sino poder ir a donde quiero.

Anónimo dijo...

En la casa de mis padres hay un montón de normas. A cada paso que doy pienso si no estaré infringiendo alguna. Hasta el pensamiento se te traba. El colmo además es que mi madre se llama Norma.

Anónimo dijo...

Es aterrador pensar que vivimos con un extraño que toma nuestras decisiones. ¡Máldito inconciente, ríndete ya!

Anónimo dijo...

El espacio negro que queda entre las piernas de la muchacha parece la figura de un hombre muy alto que va de capa.

Anónimo dijo...

Ahora que dice lo de puntada sin hilo me hizo acordar de un sueño que tuve. Estaba sentada frente a la máquina de coser tratando de unir pañuelos de seda y el hilo se desvanecía al entrar en la tela.

Anónimo dijo...

A veces leo a los clásicos con una distancia que me hace perder la vista.

Anónimo dijo...

La foto está retocada. Fíjese en la línea "interglúteo": se corta y se ensanya después de las cadenas.

Anónimo dijo...

Si vivir con nosotros mismos nos quita libertades, ni quiero imaginar lo que debe ser vivir con otros. Lástima que no hay otra forma de vivir.

Anónimo dijo...

Algunos amigos que han emigrado del país por motivos económicos me hablan de ese sentimiento extraño y ambivalente de querer volver y mantenerse en la inmovilidad.