La conducta humana orientada
a la aprobación o desaprobación de lo que otros hacen, está severamente reñida
con la lógica.
Si bien la lógica indicaría que podemos reclamar
vehementemente por los errores así como también deberíamos ovacionar con
entusiasmo por los aciertos, en los hechos criticamos con energía pero
felicitamos con recato, contención, flema inglesa.
En
el ámbito político, cuando votamos a un candidato quien, poco menos nos pidió
de rodillas nuestro apoyo en las urnas y nos estimuló aun más prometiéndonos
una gestión maravillosa, con la solución inmediata de todo lo que ningún otro
político pudo hacer en los últimos 5 siglos, es un poco razonable que seamos
desequilibrados en la aprobación y en la reprobación.
No
corresponde felicitar a quien solo se limita a cumplir una promesa. Cuando el
deudor concurre al banco a pagar un préstamo, jamás se va a encontrar con una
mesa repleta de sándwiches, torta y bebidas refrescantes: le cobran y se puede
sentir dichoso si lo saludan con algún sonido gutural.
Es
particularmente extraño cómo se comporta la hinchada y el director técnico cada
vez que un cuadro hace un gol. La algarabía con que se festeja el hecho
demuestra, sin dejar ninguna duda, que nadie confiaba lo más mínimo en la buena
gestión de los jugadores. Todas las palabras y cánticos de aliento previo, no
fuera otra cosa que burdas mentiras.
En suma: una manifestación más de la
incoherencia propia de nuestra conducta es que no aplaudimos ni criticamos de
forma lógica.
Por
lo expuesto, y dado que para casi todos es interesante saber cómo funciona la
psiquis, repito lo que ya dije varias veces: nunca se puede conocer la mente
humana valiéndose de la lógica, la racionalidad, la coherencia.
(Este es el Artículo Nº 2.161)
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