martes, 11 de marzo de 2014

La mente no admite cualquier idea


La intolerancia ideológica, religiosa, filosófica, es causada por un rechazo provocado por el sistema inmune ya conocido o por algún otro de funcionamiento similar.

Tendemos a pensar que podemos entender y aceptar cualquier idea, así como también creemos que nos gusta toda la música, sea cual fuere.

Esto no es así: solo podemos aceptar aquellas ideas que puedan entrar en armonía con las ideas que ya tenemos en nuestra mente.

Claro que, como condición previa, la comprensión de cualquier idea está determinada por la posesión de los conocimientos que esta idea da por sabidos. Jamás podríamos entender asuntos que están por fuera de nuestras competencias, saberes, información básica.

Tampoco podemos aceptar, incorporar, admitir, toda aquella idea que esté en contra de nuestra configuración de mundo, o de nuestra filosofía de vida, o de nuestras creencias más firmes y profundas.

Por lo tanto, esa ductilidad de nuestra mente no es tal. Solo nos creemos tan capaces cuando no hemos tenido la oportunidad de acceder a teorías que nos exigen aptitudes que están fuera de nuestro alcance.

Aun cuando seamos capaces de entender las novedades que se nos presentan, tampoco es seguro que podamos incorporarlas como verdaderas. La convivencia de las nuevas ideas depende de las demás ideas que ya tenemos incorporadas. Por decirlo metafóricamente, cada nueva idea debe hacer un trámite de inmigración a nuestra mente, que terminará siendo aprobado o desaprobado.

De esta aceptación o no aceptación surgen la intolerancia, la negación, la incomprensión, la discriminación, la descalificación, el rechazo activo o la indiferencia mortífera.

Nuestra mente, así como el resto del cuerpo, no acepta cualquier injerto: algún sistema inmune, (o el ya conocido que nos protege de los microorganismos), nos protege de todo aquello que pudiera entrar en conflicto con nuestra armonía y coherencia saludables.

Esta podría ser una explicación de por qué no podemos aceptar algunas creencias. Es el propio cuerpo el que las rechaza como si se tratara de un tejido extraño.

(Este es el Artículo Nº 2.164)


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