La
intolerancia ideológica, religiosa, filosófica, es causada por un rechazo
provocado por el sistema inmune ya conocido o por algún otro de funcionamiento
similar.
Tendemos a pensar que podemos entender y
aceptar cualquier idea, así como también creemos que nos gusta toda la música,
sea cual fuere.
Esto no es así: solo podemos aceptar aquellas
ideas que puedan entrar en armonía con las ideas que ya tenemos en nuestra
mente.
Claro que, como condición previa, la
comprensión de cualquier idea está determinada por la posesión de los
conocimientos que esta idea da por sabidos. Jamás podríamos entender asuntos
que están por fuera de nuestras competencias, saberes, información básica.
Tampoco podemos aceptar, incorporar, admitir,
toda aquella idea que esté en contra de nuestra configuración de mundo, o de
nuestra filosofía de vida, o de nuestras creencias más firmes y profundas.
Por lo tanto, esa ductilidad de nuestra mente
no es tal. Solo nos creemos tan capaces cuando no hemos tenido la oportunidad
de acceder a teorías que nos exigen aptitudes que están fuera de nuestro
alcance.
Aun cuando seamos capaces de entender las
novedades que se nos presentan, tampoco es seguro que podamos incorporarlas
como verdaderas. La convivencia de las nuevas ideas depende de las demás ideas
que ya tenemos incorporadas. Por decirlo metafóricamente, cada nueva idea debe
hacer un trámite de inmigración a nuestra mente, que terminará siendo aprobado
o desaprobado.
De esta aceptación o no aceptación surgen la
intolerancia, la negación, la incomprensión, la discriminación, la
descalificación, el rechazo activo o la indiferencia mortífera.
Nuestra mente, así como el resto del cuerpo,
no acepta cualquier injerto: algún sistema inmune, (o el ya conocido que nos
protege de los microorganismos), nos protege de todo aquello que pudiera entrar
en conflicto con nuestra armonía y coherencia saludables.
Esta podría ser una explicación de por qué no
podemos aceptar algunas creencias. Es el propio cuerpo el que las rechaza como
si se tratara de un tejido extraño.
(Este es el Artículo Nº 2.164)
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