En esta línea de
pensamiento, podemos aceptar la hipótesis de que los humanos tanto buscamos
resolver problemas como conseguirlos.
Este es un tema que me
entusiasma porque soy coleccionista de situaciones que contradicen el sentido común.
Mi cabeza siente que el sentido común es como un tirano
arbitrario que nos impone obligaciones caprichosas, ocurrencias bastante
necias, tradiciones que son telarañas en su mente autoritaria.
El sentido común
nos hace pensar que los humanos solo aceptamos y buscamos ganancias, pero no
parece aceptar que, a veces, justificadamente, los humanos aceptamos y buscamos
pérdidas.
En psicoanálisis podría hablarse de lapsus: son actos dictados por el inconsciente, que parecen yerros,
pero que sin embargo responden a un deseo profundo. Tan profundo que nuestra
conciencia lo desconoce.
Por ejemplo, llamamos embarazo
no deseado a una gestación no programada.
Es cierdo, no fue un embarazo deliberado, en el que ambos se
pusieron de acuerdo en copular cuando supuestamente ella estuviera ovulando,
pero algo los indujo a cometer ese error.
La idea es esta: buscamos cancelar necesidades y deseos de
forma similar a como buscamos cancelar faltas de entusiasmo, de necesidades, de
deseos, de entretenimientos, de desafíos, de sueños, de ocupaciones.
En otras palabras: los humanos tanto buscamos satisfacer
necesidades y deseos como, de corresponder, buscamos generar necesidades y
deseos, a partir de lo cual tenemos que, nuevamente, trabajar, esforzarnos,
buscar satisfacerlas.
En casos muy básicos, sabemos que es satisfactorio comer,
pero para poder disfutar de este placer es necesario tener hambre. No es
extraño que alguien haga cosas para generar hambre, a pesar de que todos sabemos
cuán difícil y angustiante es la tarea de terminar con el hambre de millones de
personas.
Pues buscamos tener hambre, no como una desgracia sino
porque deseamos quedar en condiciones de comer.
En esta línea de pensamiento, podemos aceptar la hipótesis
de que los humanos tanto buscamos resolver problemas como conseguirlos.
Para confirmar esta idea, obsérvese que todos los juegos que
compramos y practicamos, no son otra cosa que problemas artificiales cuya
resolución nos da placer. En otras palabras: cuando compramos juegos compramos
problemas. ¡Si necesitaremos tenerlos que hasta pagamos
para padecerlos!
(Este es el Artículo Nº 2.170)
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