Los celos que se desatan causados por la infidelidad
conyugal son tan destructivos porque resultan de la acumulación de los celos
que no pudimos manifestar hacia nuestros hermanos menores, más los que se
generan en la relación matrimonial.
¿Por qué los celos pueden
llegar a inspirar deseos homicidas entre cónyuges? Una posible respuesta breve
sería: Por desplazamiento.
Los celos quizá sean una
especie de hambre afectiva. Necesitamos ser amados, especialmente por quienes más necesitamos. El
modelo inicial es la madre. Necesitamos a mamá cuando acabamos de nacer, y
luego también y más luego también, aunque ella sea remplazada por otra persona.
Generalmente los varones
deseamos que mamá sea remplazada por otra mujer, pero si somos homosexuales
deseamos que el sustituto sea masculino. Generalmente las mujeres desean que
mamá sea remplazada por un varón, pero si son lesbianas desean que la
reemplazante sea femenina.
Cuando somos más pequeños, más
vulnerables y más necesitados de mamá, el nacimiento de un hermano equivale a
un destierro, máxima pena impuesta por los griegos a los peores delincuentes y
traidores.
Lo que siente un niño cuando
nace un hermano es imposible de describir, entre otros motivos porque el
capital verbal de quien lo padece es particularmente pequeño, pero sobre todo
porque la pasión asesina inunda cada rincón afectivo con una ola de lava.
Sin embargo, la tragedia
empeora, porque los adultos, que deberían amar y proteger al pequeño, en lugar
de comprenderlo, mimarlo, alentarlo, reconocer por el calvario que está
pasando, se dedican a relativizar el motivo de sufrimiento. Lo alientan
diciéndole que ahora va a tener un hermanito con quien jugar y demás tonterías,
inaceptables para quien sea y muchos más inaceptables para el niño que sufre la
amenazante invasión.
El fenómeno vuelve a
repetirse, con matices, cuando nuestro cónyuge (mamá sustituta) nos informa que
también se complace teniendo sexo con otros. Sin embargo, esta historia que se
repite adolece de una variante fatal: quienes se enteran de la situación, no
vienen a decirnos que ahora vamos a tener un amante de nuestro cónyuge para ir
a ver fútbol, nos alientan a que los matemos a él y a ella cuando están juntos,
o que lo matemos a él solo, o que la matemos a ella.
En suma: debemos aceptar que nuestros padres
se llenes de hijos, pero no debemos aceptar que nuestro cónyuge se llene de
amantes.
Los hermanos menores son tan
insufribles como los amantes de nuestro cónyuge, pero como no podemos protestar
por los hermanos, entonces juntamos el odio que nos inspiran ambas situaciones.
Es por eso que los celos de la infidelidad conyugal son desproporcionadamente
destructivos.
(Este
es el Artículo Nº 2.177)
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