Las leyes intentan deshumanizar y, al mismo tiempo,
animalizar a los seres humanos. Además, tenemos previstos castigos para
aquellos de nosotros que no sean suficientemente animales.
Los millones de códigos que
pueblan nuestras bibliotecas, hogares, facultades, estudios de abogados,
juzgados, no son otra cosa que un relleno que intenta formar una especie de
rampa de ascenso que va, desde la conducta humana, pequeña, transgresora,
impredecible, perversa, alocada, hasta la conducta animal, superior, perfecta,
cumplidora, previsible, sana.
Efectivamente: aunque los
humanos hacemos esfuerzos denodados por no admitir nuestras dificultades para
convivir, ellos, los demás animales, sí que son ordenados, disciplinados,
armoniosos, sociables, respetuosos.
Es hasta cierto punto ridículo ver la
convivencia, en muchos de nosotros, de actitudes soberbias con una flagrante
imitación de quienes intentamos subestimar (los animales).
En suma: todas nuestras leyes solo intentan que nuestra conducta se parezca a
la de los animales y los castigos asociados a esas leyes, son los castigos que
les aplicamos a los humanos que no logran ser tan animales como pretendemos.
(Este es el Artículo Nº 2.163)
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