martes, 3 de septiembre de 2013

Las religiones y las ciencias nos protegen




Las religiones y las ciencias ofrecen protección a quienes temen la existencia. Después de la sabiduría aparece la ignorancia serena.

Por temor al castigo, ¡sólo por temor!, los humanos tratamos de conocer las leyes que nos gobiernan.

Queremos conocerlas:

— para cumplir aquellas que no nos molestan;

— para transgredir aquellas que nos molestan demasiado;

— para usarlas a nuestro favor cuando, para que dejen de molestarnos, invocamos alguna ley para decirle al insoportable: «lo que haces está prohibido»;

— para encontrar, en cada caso, cómo aplicar la fórmula «hecha la ley, hecha la trampa».

Atendiendo a nuestro talento, inteligencia, imaginación, nivel de tolerancia a la frustración, educación y preferencias varias, tenemos para elegir dos formas de «conocer las leyes que nos gobiernan»:

1) La ciencia, a la que adherimos porque nos gusta razonar, investigar, comprobar, hacer estadísticas; y

2) La religión, a la que adherimos porque no nos gusta razonar, investigar, comprobar, hacer estadísticas y porque preferimos la realidad según la imaginamos personalmente y no según lo que otros dicen.

Repito el concepto central: «tratamos de conocer las leyes que nos gobiernan por temor... al castigo, a equivocarnos, a enfermar, a morir».

Esto nos permite suponer que la ignorancia de las leyes es un estado de serenidad.

Entonces:  ¿podríamos llegar a pensar que la máxima serenidad se logra cuando descubrimos que no sabemos nada?

No deberíamos descartar la hipótesis de que, a ese estado de serena ignorancia, sólo se llega atravesando de punta a punta todo el campo del saber.

Quienes, exagerando su sagacidad, pretenden encontrarla antes de atravesar el campo del saber, son en realidad niños inmaduros que viven sintiéndose permanentemente culpables y transgresores de leyes ignoradas.

Los encontramos a cada momento: son personas que hacen alarde de gran conocimiento, habilidad, experiencia, inteligencia, sagacidad, infalibilidad.

Las religiones y las ciencias, los protegen.

(Este es el Artículo Nº 2.009)

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