viernes, 13 de septiembre de 2013

La ebriedad de las buenas noticias



 
Existen pseudo respuestas que, a pesar de su falsedad, encandilan, entusiasman y dejan a los investigadores sin estímulo para seguir buscando.

Muchas personas tienen por costumbre hacerse un chequeo médico periódico.

Solo unas pocas lo necesitan realmente, la mayoría lo hace porque necesita la aprobación de alguien encumbrado, importante, respetado, serio, prestigioso.

Este perfil encaja perfectamente con los médicos, quienes han sabido trepar en la consideración popular,

— por méritos propios, pues efectivamente logran algunas curaciones;

— porque forman una asociación implícita con los gobernantes para mantener controlada a la población; y

— porque seguimos conservando zonas primitivas de nuestro cerebro, aquel que desde hace milenios creía en la brujería, los maleficios...y los beneficios de ser amigo de los poderosos, especialmente cuando son temibles.

La mayoría de los que se hacen chequeos cuando se sienten sanos deberían saber algo que les concierne.

Ningún médico puede utilizar la expresión «usted está sano». Efectivamente, esta gran ciencia, arte o técnica, nunca puede saber si alguien está sano. Lo más que pueden saber es que los exámenes arrojaron datos que no son denunciantes de alguna patología, pero nadie sabe cuando posee una enfermedad tan silenciosa como para no manifestarse con síntomas o con evaluaciones clínicas.

Cuando en una contabilidad se hacen controles, nunca se puede asegurar que los números cierran porque no se encuentran diferencias.

Aunque la suma de los ingresos y la de los egresos den por resultados números idénticos, sería necesario hacer un análisis costosísimo para poder afirmar que no se trata de una fatal coincidencia.

Los estafadores suelen aprovechar esta credulidad de los funcionarios de contaduría maquillando los balances para que todo luzca saludable.

Ocurre algo parecido cuando encontramos una respuesta satisfactoria que aclara alguna duda angustiante.

Cuando aparece esa respuesta perfecta, los investigadores se alegran tanto que dejan de buscar...al verdadero asesino.

(Este es el Artículo Nº 2.019)

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