Los
jugadores de un espectáculo deportivo cumplen normas, tales como no doparse ni
portar armas dentro del campo de juego.
Aprovechando
la invalorable ventaja de que yo no sé prácticamente nada de los rentables
negocios que giran alrededor de los espectáculos deportivos más populares,
únicos capaces de movilizar, con atractiva regularidad, a millones de personas,
aprovechando mi ignorancia, repito, compartiré con ustedes un comentarios que
podría ser atendible, sobre todo por quienes no adolecen del prejuicio, según
el cual, «el que sabe, sabe».
Me extiendo un poco más en la introducción-advertencia, para hacer otro
sub-comentario que también podría ser atendible: Quienes solo prestan atención
a las voces o firmas de personas de reconocida solvencia en el tema que
desarrollan, quizá no lo saben, pero en realidad son religiosos dogmáticos, es
decir, personas que no quieren asumir la responsabilidad de tomar decisiones
personales, o sea, prefieren obedecer ciegamente a los dictados del amo, porque
así lo hacen muchas otras personas.
Por lo tanto, yo soy un irresponsable que no aseguro estar diciendo una
verdad incuestionable y me dirijo a personas que sí son responsables de
analizar las ideas alternativas que le llegan, para aprobarlas o desaprobarlas,
aplicando su discernimiento.
Los controles anti-dopaje constituyen una norma que forma parte de las
demás reglas propias de cada juego.
El hecho de que esta condición no sea supervisada por el árbitro de cada
competencia, no impide que la ingesta de ciertas drogas esté prohibida para
evitar la competencia desleal.
En otras palabras: algunas personas solo son buenos jugadores bajo los
efectos de ciertas drogas, pero serían ciudadanos
comunes sin ese complemento.
Por ejemplo, se prohíbe la participación de jugadores ebrios, no porque
embriagarse sea moralmente condenable, sino porque, en ese juego, entre otras
reglas, tanto se prohíbe la ingesta de alcohol como portar armas.
(Este es el Artículo Nº 2.032)
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