El
psicoanálisis aporta mucha energía porque nos permite abandonar la tarea de
buscar, enjuiciar y condenar a quienes piensan diferente.
La palabra que más me cuesta decir es fácil de escribir: «analizabilidad». Si se me ocurriera incluirla en el VIDEOcomentario que acompaña cada
artículo tendría que ensayar su pronunciación varias veces.
Pero el significado es tan sencillo como su escritura: se refiere a la
posibilidad que algunos tienen de participar en un análisis.
No todos pueden participar; para algunas personas es un trabajo
imposible.
Hoy me encontré con uno de esos casos y, gracias a él, puedo hacerles
un comentario.
Están imposibilitados de participar en un análisis quienes no pueden
abandonar la convicción de que todos piensan, sienten y tienen las mismas
intenciones que ellos.
Antes de pasar por un análisis, casi todos pensamos así: nos tomamos
como referencia confiable, suponemos que a todos les gusta el helado de
chocolate, que todos odian a los mismos políticos y que a los hijos tenemos que
educarlos de una única manera posible.
Las personas «analizables»
dulcificarán esta convicción hasta aceptar, sinceramente, que nuestra forma de
ser es tan diversa como las huellas digitales y, con un poco más de éxito
terapéutico, podremos aceptar que no existen huellas digitales buenas o malas,
sino que, en todo caso, algunas nos gustarán más que otras.... Como
probablemente aceptaremos que «sobre gustos no hay nada escrito», también
podremos asumir que los gustos personales no tienen valor legislativo para los
demás.
Esto último nos liberará de un esfuerzo que
nos consume cantidad de energía. Me refiero a la persecución, juicio y condena
de quienes incumplen nuestra «legislación personal».
Esta tarea de criticar a quienes piensan
diferente es complicada porque nadie acata nuestra legislación privada.
Con estas brevísimas descripciones podemos
entender por qué el psicoanálisis promete facilitarnos la existencia.
(Este es el Artículo Nº 2.033)
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