En un futuro a nadie se le ocurrirá enseñar competencias nuevas sin modificar simultáneamente toda la psiquis del alumno.
Les comentaré una interpretación de fenómenos que todos conocemos, con
la muda esperanza de que, dentro de doscientos años, alguien encuentre este
blog y diga: «¡Vean qué encontré! Hace dos siglos alguien
anticipó lo que está ocurriendo».
Esta aspiración se denomina, técnicamente, narcisista y en terminología
más coloquial, disparatada.
La hipótesis que propongo es la siguiente:
Los seres humanos nacemos con una bajo nivel de integración psíquica.
Por decirlo con un ejemplo, si bien la anatomía dedicada a conservar la vida
viene armada de fábrica, la anatomía
dedicada al comportamiento y al pensamiento trae casi todas sus piezas sueltas
y es el proceso educativo el encargado de ir acomodándolas lentamente.
Claro que, como todo puzle, las piezas de la psiquis no encajan en
cualquier lado, pero, eso sí, es posible armarlas de varias formas. Digamos que
estas imaginarias piecitas psíquicas tienen una cierta elasticidad,
flexibilidad, capacidad de adaptación.
En cada cultura, las familias y
educadores facultados para armar este rompecabezas psíquico, se encargan de
ubicar esas piezas como para que el nuevo ciudadano piense como la mayoría.
No deberíamos presuponer que esta tendencia a igualarnos sea una
actitud prepotente, dominante, manipuladora; más bien deberíamos pensar que los
padres y educadores no conocen otra forma de pensar diferente a la que ellos
poseen y que inculcarán en sus hijos y educandos.
En otras palabras, nos educan de la única manera que saben educarnos.
Nuestros padres y educadores no eligen cómo enseñarnos pues solo saben replicar
sus propios modelos por ignorancia de todos los otros posibles.
Lo que probablemente ocurra dentro de dos siglos será que nadie
intentará realizar cambios parciales de una psiquis que funciona como un todo
armónico, sin piezas
sueltas.
(Este es el Artículo Nº 2.020)
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