Las
discusiones entre dos personas de diferente sexo constituyen un fenómeno
predisponente de la fecundación o del rechazo inquebrantable.
Confío
profundamente en la sabiduría popular, pero, eso sí, guiándome por su discurso
latente, ese que señala los contenidos inconscientes.
Los refranes
son maravillosos..., pero no pueden ser interpretados en sentido literal.
Condensan milenios de sabiduría práctica, pero lo expresan con un nivel de
superficialidad tan básico que parecen infantiles. Utilizan palabras comunes,
generales, poco específicas. Para ser recordados por la mayor cantidad de
usuarios suelen forzar el significado con tal de agregarles rima.
Es propia de
la sabiduría popular una sentencia que dice: «Estos dos se
pelean tanto que van a terminar casándose», aludiendo a las llamativas
discusiones entre un hombre y una mujer que apenas se conocen.
¿Qué puede tener de verdadero que un desentendimiento verbal encubre un
deseo sexual?
Cada pocos artículos tengo la necesidad de evocar la creencia en que los
seres vivos no tienen ninguna otra misión (1) que la de conservar la especie a
la que pertenecen.
Esta aseveración trae de la mano otra premisa ineludible: los instintos
básicos no pueden ser otros que el de conservación (del individuo) y el sexual
(reproductivo).
Me aproximo a responder la pregunta («¿Qué puede tener de
verdadero...?»), diciendo ahora que una relación de oposición es un antecedente
natural de una posterior atracción.
No es el único antecedente posible. Por lo visto quienes no se
entienden, se irritan, se excitan y esta excitación tanto puede derivar hacia
una atracción apasionada y fecundante, como puede derivar hacia un rechazo
igualmente apasionado pero que imposibilite un coito.
Para responder la pregunta, digo que las discusiones entre dos personas
de diferente sexo constituyen un fenómeno predisponente hacia una posible
atracción sexual que incluya la fecundación o hacia un rechazo continuo e
inquebrantable.
(Este es el Artículo Nº 2.022)
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