Podemos teorizar sobre
que «tú y yo somos personas diferentes», pero muchas veces dudamos si tú
no eres yo.
Quizá sea una buena filosofía
de vida permitir que cada uno se cuide, siempre que haya demostrado condiciones
suficientes para poder hacerlo: si padece alguna discapacidad para cuidarse,
parece imprescindible que los demás, en cumplimiento de nuestra única misión
que es cuidar la especie, tanto a nivel individual como colectivo, le
impongamos nuestra protección hasta que sea capaz de cuidarse solo.
Como todos tenemos una vida
pública y una vida privada, el criterio anterior también es de aplicación con
las adecuaciones que hagan falta.
Me explicaré mejor:
Al capitalismo (vida pública)
no le importa cómo es cada ciudadano sexualmente, así como al cónyuge (vida
privada) no le interesa cómo es su partenaire en la vida pública.
Ella quiere que su esposo siga
siendo tan agradable como cuando eran novios pero no tiene por qué interesarle
cómo es él como empleado, funcionario, profesional, empresario.
Pero esto es demasiado teórico
y en la práctica no funciona tan perfectamente.
Porque no funciona tan
perfectamente esta aislación de roles, de escenarios, de intereses, tenemos algunas
intromisiones inevitables.
— Quizá ella quiera que él no
llegue tarde a trabajar;
— Quizá él la aconseje en
temas de una salud que solo le concierne a ella;
— Quizá el Estado utilice su
poder comunicacional para inducir ciertos hábitos con el pretexto de mejorar la
calidad de vida de sus ciudadanos;
— Quizá ella se molesta porque
él no abandona el happy-hour de los viernes, a la salida del trabajo;
— Los suegros suelen olvidar que ya no son los padres de sus
nietos y pretenden continuar imponiendo sus criterios educativos.
En suma: Podemos
teorizar sobre que «tú y yo somos personas diferentes», pero muchas veces
dudamos si tú no eres yo.
(Este es el Artículo Nº 1.977)
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