martes, 20 de agosto de 2013

La obsolescencia de las bibliotecas y de los ancianos




En los últimos treinta años está ocurriendo un genocidio de bibliotecas humanas, porque la sabiduría de los ancianos perdió valor.

En algunos pueblos la gente dice «Cuando muere un anciano desaparece una biblioteca».

En cierto modo es una metáfora acertada porque los ancianos memoriosos saben mucho de lo que les ocurrió a ellos. Todos podemos recordar bastante de nuestra biografía, lo interesante es que algo de nuestra biografía pueda servirle a alguien más, especialmente teniendo en cuenta que las épocas, (contextos históricos),  a veces cambian y la desactualización de aquellos conocimientos puede ser tan alta que ninguno de ellos continúe siendo vigente.

Cuando en la época en la que estamos viviendo ocurren cambios culturales, tecnológicos, filosóficos, políticos, sociales, los conocimientos empíricos que poseemos los ancianos se vuelven mayoritariamente obsoletos.

Los libros y las bibliotecas son depósitos de conocimientos estáticos, inertes, fosilizados. Son dignos de amor como recuerdo, pero solamente cuando ese amor no lo utilizamos para imaginar que nada cambia, que todo sigue igual, que nuestros padres no envejecen, que nosotros seguiremos teniendo las mismas oportunidades de la juventud y que las nuevas tecnologías sólo llegan para ayudarnos, sin dinamitar nuestra posición.

En los tiempos de cambio la vigencia de los libros es cada vez más corta. De forma similar a cómo cuidamos de no ingerir ni medicamentos ni alimentos «vencidos», porque podrían intoxicarnos, algo similar ocurre con los libros: seguimos creyendo que un libro siempre encierra sabiduría cuando lo que en realidad contiene son criterios perimidos, anticuados, nulos.

La palabra genocidio es excesivamente trágica, pero si la utilizamos con precaución podemos decir que los cambios ocurridos en los últimos treinta años han provocado un genocidio de bibliotecas humanas, porque lo que estos ancianos saben perdió valor.

Si los ancianos lo asumimos y nos abstenemos de opinar, quizá nos salvemos.

(Este es el Artículo Nº 1.995)

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