Cuando los cónyuges se critican severamente en
realidad están diciendo «¡qué
bueno, (inteligente ...), soy comparado con este (o esta)!».
Les comento que la mujer elige
al padre de sus hijos cuando sus hormonas la inducen a ser madre.
En 99 de cada 100 casos ellas
logran ser fecundadas por el varón que eligieron y, en ese sentido, pueden
sentirse satisfechas, pero..., siempre hay por lo menos un pero.
Como vivimos en sociedades
regladas por infinidad de normas culturales que conviven precariamente con las
leyes naturales, es muy probable que la alegría de estar embarazada del hombre
que eligieron sea de corta duración pues, en poco tiempo, tendrá que hacer
múltiples malabares para negociar cuestiones de convivencia con el futuro padre
de su hijo.
Tanto ella como él están
convencidos de que de la única manera que se puede vivir es con las normas que
recibieron por primera y única vez en la casa de sus padres y tendrán
dificultades para aceptar que el pan se guarda en la heladera, que los platos
de la cena se lavan al otro día antes de desayunar y que los domingo hay que
visitar a los abuelos «te guste o no te guste».
Lo importante es que la
principal encargada de conservar la especie está embarazada del varón que ella
seleccionó y todo lo demás es secundario. Por lo tanto si la convivencia se
torna muy molesta, aplicando un orden de prioridades indiscutible y un sentido
común ratificado por la unanimidad de los familiares de ella, este señor tendrá
que irse si deja de ser tan agradable como era antes de depositar su semen en
el cuerpo de la novia.
La convivencia a veces
continúa si los defectos del él permiten realzar las virtudes de ella. Vivirán
discutiendo..., pero continuarán necesitándose.
(Este es el Artículo Nº 1.984)
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