sábado, 22 de septiembre de 2012

Las demandas de amor





Nuestras sociedades tienden a ser tristes, quejosas y lloronas porque una mayoría procura llamar la atención exhibiéndose dolorosamente necesitada.

Quienes creemos en el determinismo suponemos que nada está bajo nuestro control sino que, por el contrario, todo ocurre sin nuestra intervención aunque subjetivamente imaginamos que las acciones que no podemos evitar fueron en realidad decididas por nosotros.

Estadísticamente podríamos decir que nueve de cada diez personas no creen en el determinismo porque suponen ser dueñas de hacer lo que quieren.

Estas nueve personas que se creen dueñas de hacer lo que quieren tendrán que estar de acuerdo conmigo en:

— que es harto difícil quedarse impávido ante el llanto de un niño; en

— que es bastante difícil quedarse impávido ante el llanto de un adulto enfermo, caído o herido; y en

— que no resulta fácil quedarse impávido ante el llanto de un adulto que aparentemente no está ni enfermo ni accidentado.

Otro punto de contacto entre quienes creen en el libre albedrío y los deterministas es el que refiere a que todos necesitamos ser amados o muy amados. Nuestras acciones están bastante determinadas por nuestra incansable e insaciable búsqueda de amor, afecto, comprensión, compañía, caricias, miradas.

Las miradas son nuestra demanda permanente y universal más modesta, menos pretenciosa, más humilde: menos que ser mirados (o escuchados) no podemos pedir.

Según estos antecedentes podemos comenzar a pensar que, tanto para los deterministas como para los creyentes en el libre albedrío, la alegría, el bienestar, la serenidad, son estados que nos exponen a no ser objeto de las manifestaciones de amor, afecto, comprensión, compañía, caricias y miradas que tanto necesitamos.

Según estos antecedentes podemos concluir pensando que nuestras sociedades tienden a ser tristes, quejosas y lloronas porque una mayoría trabaja  permanentemente para llamar la atención de los demás exhibiéndose dolorosamente necesitada.

Otras menciones del concepto «necesitamos ser amados»:

 
 
 
 
 
 
 
 
 
(Este es el Artículo No. 1695)

 

8 comentarios:

Yoel dijo...

Cada cual tiene su particular forma de atraer la mirada o la escucha del otro. Nos la ingeniamos porque todos lo precisamos.

Luis dijo...

No todos. A veces las personas clasificadas como psicóticas huyen de las miradas y de las voces de los otros. Por momentos sólo escuchan sus voces y ven sus visiones. Las de los otros les resultan insoportables.

Laura dijo...

Es cierto que en casos extremos atendemos al necesitado (niño que llora, persona herida). No ocurre lo mismo cuando el otro es demandante en exceso. Cuando se pasa quejando o llorando buscamos evitarlo porque nos identificamos con él y salen a la superficie nuestras penas. Penas que veníamos trayendo más o menos manejaditas.

Roque dijo...

Si estás alegre, bien, sereno, es mucho más fácil que otros se te acerquen. La estrategia contraria no da resultado. Tampoco da resultado (a nosotros mismos) simular un estado de alegría o de tristeza que no tenemos. De ese modo lo que logramos es autoengañarnos o no darle trámite a lo que nos sucede.

Leticia dijo...

A los chicos que están necesitados se les nota...

Natalia dijo...

Sí, Leti, y lo que te da ganas es de salir corriendo!

Gloria dijo...

Creo que actualmente, en algunas partes del planeta, no es tan difícil quedarse impávido frente a otro que sufre. Alguien puede caer redondo en el suelo y cada uno de los que pasa piensa: yo estoy muy apurado, ya vendrá otro que pueda socorrerlo. Pero ese otro a veces demora mucho en llegar.

Gabriela dijo...

Puede ser que algunas personas llamen la atención y se quejen de manera permanente porque creen que el otro no llega a entender todo lo que están sufriendo. Es como que insisten e insisten con la esperanza de que alguien al fin comprenda, les de una señal de que verdaderamente comprendió.
Es frecuente, sobre todo cuando somos jóvenes, que sintamos que nunca nadie amó como nosotros, ni sufrió tanto como nosotros. A veces los otros no comprenden nuestro sufrimiento, pero muchas otras sí lo comprenden e incluso lo imaginan peor de lo que en realidad es.