
Quienes transgreden las leyes, ¿desean o temen las
consecuencias impuestas por los ciudadanos? ¿Estamos
estimulando o desestimulando la delincuencia?
Cuando pretendemos castigar a un ciudadano que
transgredió nuestras normas, ¿sabemos realmente si lo estamos castigando o
premiando?
Una de las tantas características humorísticas
que tiene nuestro cerebro es que está muy convencido de que todo lo que nos
gusta o disgusta es exactamente lo que le gusta o disgusta al resto de la
especie.
¿Cómo alguien puede llegar a viejo sin haber
bailado tango?; ¡Es insólito que en Francia coman caracoles!; ¿Existe gente que
prefiere trabajar en una oficina? ¡No lo puedo creer!
El funcionamiento es el siguiente: los
legisladores aman su trabajo pero dependen de que muchos ciudadanos los voten
cada 4-5 ó 6 años. Para lograrlo, tienen que prometer y después cumplir con los
anhelos de sus votantes. Si esto se cumple, entonces tenemos una «democracia», es decir el «gobierno
del pueblo».
Como cada
ciudadano piensa «lo que me gusta a mí le gusta a los demás», o, más
indirectamente dice: «No le hagas a los demás lo que no te gustaría que te
hicieran a ti», entonces obliga a sus legisladores que impongan las penas que
para ellos (los votantes) serían atroces, por ejemplo, encarcelar, quitar la
libertad, impedirles que no puedan salir a pasear los domingos con la familia,
prohibirles trabajar, obligarlos a estar con otros delincuentes, exponerlos a
que tengan prácticas homosexuales.
Estos castigos son exactamente aquellos que horrorizarían a los
votantes, pero ¿será cierto que nos horrorizan a todos?, ¿no estaremos
propiciando la delincuencia entre quienes esos «castigos» son en realidad
«premios»?
Es un prejuicio
el que nos asegura que todos deseamos la libertad, pasear los domingos,
trabajar, alejarnos de los delincuentes, conservar nuestras prácticas
heterosexuales.
¿Estaremos
estimulando o desestimulando la delincuencia?
(Este es el
Artículo Nº 1.686)
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12 comentarios:
Las medidas que tradicionalmente hemos tomado para desestimular la delincuencia, no han funcionado demasiado. La represión no ha funcionado. En general todos estamos de acuerdo que a través de la educación y la justicia social, podremos ir logrando, a largo plazo, bajar los niveles de delincuencia. Pero supongo que hay un núcleo duro que necesita delinquir porque ese es el lugar que ha encontrado en el mundo. Lo más que podemos hacer es que cada vez esos, sean más pocos.
Para ese núcleo duro del que habla Adrián, el estímulo está en la prohibición. No es una conducta extraña. Todos la protagonizamos de niños, de adolescentes e inclusive de adultos. Claro, es un tema de grados. Quienes dañan gravemente a otros cuando transgreden, llegando a matar, quizás nos estén pidiendo el límite. Que los encerremos, que los hagamos parar de alguna manera. Pero no creo que a todos les pase eso. Muchos otros soñarán con escapar de la cárcel y seguir haciendo lo mismo que hacían antes. La rehabilitación en prisión es muy difícil aunque no imposible en algunos casos.
Lo cierto es que no tenemos respuestas demasiado efectivas para estos problemas tan complejos.
Ser grande entre los ¨malos¨ es un premio. Quizás el premio más desafiante. Ser un hombre experiente en la cárcel, uno que se hace respetar (por lo que he visto en las películas), debe ser un gran honor.
Una por galantería cae en el error de simular. Una es capaz de ir a ver ópera sólo porque el hombre que nos gusta es fanático de la Ópera. Pero eso no se puede sostener por mucho tiempo. Llega un momento en que de verdad empezás a apreciar la Ópera o -lo más probable- terminás por odiarla de cabo a rabo.
-¿Pero cómo? ¿No me dijiste que te gustaba?.
-No!!! En realidad la odiaba, pero tú sos un desconsiderado, porque nunca te das cuenta de qué es lo que yo preciso!!!
Chan.
En realidad una no es galante. Una lo que quiere es que ese hombre piense que le podemos dar todo. Que él encontrará en mí todo lo que necesita y quiere.
Imposible. Nos duele aceptarlo pero es imposible.
Él quiso suponer que todo lo que le gustaba a él también me gustaba a mí. Yo no quise desilusionarlo, porque lo quería sólo para mí. Lo quería acaparar. Así las parejas no se entienden.
Conozco muy pocas personas que deseen la libertad.
Los delincuentes, mientras son delincuentes, no quieren alejarse de los delincuentes. Si son organizados, lo que quieren es juntarse para obtener mejores resultados. El mejor lugar para conocerse es la cárcel.
A mí me gustaría que todos me quisieran. ¿A quién no?
Al que no se considera digno de amor.
Si quienes votaran las leyes fueran los delincuentes,
de verdad tendríamos
leyes muy diferentes.
De adolescente tenía una fantasía bastante alocada. Me imaginaba cayendo en la cárcel por algún malentendido y por ser el más joven y bonito, me violaban entre cuatro.
Jacinto te zarpaste!!! Esta confesión tendrá repercusiones...
¿Los gobernantes salen a pasear los domingos?
Bueno... capaz que algún domingo que otro...
Todo ladrón que se precie se considera a si mismo un laburante.
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