miércoles, 5 de septiembre de 2012

Violencia doméstica y corrida de toros



   
La impopularidad de las corridas de toros (tauromaquia) quizá esté determinando que los consumidores de espectáculos abusivos ahora «demanden» violencia doméstica.

En otro artículo hice algunos comentarios sobre la «violencia doméstica» (1). En este otro agregaré algunos más.

La tauromaquia (2) es el arte de lidiar toros y lidiar (3), entre otras acepciones tiene una que dice: «Luchar con el toro incitándolo y esquivando sus acometidas hasta darle muerte.»

Por algún motivo los humanos estamos modificando nuestros gustos, para bien y para mal.

Efectivamente, después de muchas décadas de condenar desde distintos grupos sociales este arte sádico de enfurecer al toro para matarlo, como una forma de entretener al público, de a poco el clamor popular está teniendo algún éxito y ya se están prohibiendo en varias ciudades.

Seguramente mi rechazo a esta práctica me impide entender qué tiene de maravillosa, así que declaro mi incompetencia para ser objetivo.

Quizá pueda sí decir que se trata de una manifestación más de nuestra debilidad que, para negarla, nos obliga a repetir una y otra vez que un toro es más fuerte muscularmente pero que los humanos somos superiores porque tenemos inteligencia como para compensar nuestra debilidad con astucia, arte y espíritu superior (¿?).

Esta competencia notoriamente desventajosa entre la astucia humana y la fuerza bruta del toro está siendo abandonada, pero me animo a sugerir que está surgiendo otra que podría remplazarla.

Efectivamente, nunca se han organizado competencias de enfrentamiento físico entre varones y mujeres porque asumimos que se trataría de un enfrentamiento amoral, pues el esqueleto muscular masculino es más fuerte que el femenino.

Quizá la tauromaquia satisfacía la demanda de quienes pagaban por ver luchas entre contendientes abusivamente distintos. Al impedirlas, ese público ahora consume la despareja lucha entre varones y mujeres.

Los consumidores de espectáculos abusivos ahora «demandan» violencia doméstica.

     
(Este es el Artículo Nº 1.679)

10 comentarios:

Mª Eugenia dijo...

¿Ud habla del viejo y conocido morbo?

Gustavo dijo...

Creo que se disfruta como observador, de las luchas desparejas, cuando se necesita reforzar la autoestima. Concuerdo con Mieres.

Gloria dijo...

El torero es ágil, elegante, valiente, hábil. El toro enfurecido es torpe. Fuerte pero torpe. Enfurecerlo para que envista sin resultados -porque un buen torero siempre lo esquiva- es de un sadismo muy propio de nuestra naturaleza primitiva.

Ingrid dijo...

No sé si será propio de nuestra naturaleza primitiva o el producto de las sucesivas malformaciones que nos genera la cultura.

Gabriela dijo...

Hablando de malformaciones... Ingrid me hizo acordar a algunas crónicas de europeos que describieron a los minuanes (una etnia charrúa). Ellos destacan lo bien formados que eran sus cuerpos. La dentadura blanca y completa. El cabello fuerte y con pocas canas (aún a edades avanzadas). Decían que en comparación con ellos, los europeos, era notorio que no habían individuos contraechos. Entonces me pregunto: ¿las culturas refinadas, son buenas para la salud?

Diana dijo...

Puede que sea simplemente un tema racial, Gabriela. Una cuestión que esté más determinada por el caudal genético que por el modo de vida.

Alba dijo...

De verdad que es difícil imaginar que estemos demandando violencia doméstica. Parece espantoso. Lo cierto es que cuando se trata de competir con animales a los que calificamos de inferiores (inferiores a nosotros) nos gusta ver la pelea, porque si bien es difícil, casi siempre salimos victoriosos. Está la tauromaquia, están las domas. Entonces no sería de extrañar que el varón violento necesite reafirmar su superioridad sometiendo por medio de la violencia a la mujer que considera suya.

Margarita dijo...

El significado que le damos actualmente a la palabra lidiar, se vincula a la fastidiosa situación de aguantar una tarea pesada, que puede ser un vínculo, un trabajo, una enfermedad. En cierto modo, significa aguantar y vencer, o simplemente aguantar. El luchador abusivo aguanta todo lo que puede una agresividad que lo desborda, hasta que explota. La víctima de esa agresión aguanta la situación por miedo, por identificación con modelos paternos, por necesidad de castigo...

Tiago dijo...

Entonces cuando dejemos de comer cadáveres de otros animales, comenzaremos a comernos entre nosotros.

Luján dijo...

El hombre que le pega a una mujer no lucha con ella. Sólo la golpea. Es mucho peor. Ella no está en condiciones de luchar con él.