domingo, 9 de septiembre de 2012

El abandono de una geisha



 
Esta iba a ser la primera Nochebuena que habrían pasado juntos de no haber sido por la áspera discusión que tuvieron.

Sofía era una muchacha muy alegre y Vicente un hombre muy serio, quizá depresivo y obsesionado con su enorme fortuna.

Se habían conocido en una entrevista de trabajo en la que ella se postulaba como telefonista.

Vicente acostumbraba ver y oír el proceso de contratación de nuevos colaboradores utilizando un espejo trasparente, de esos que usan las comisarías para que los testigos puedan acusar a los sospechosos sin temor a las represalias.

Cuando Vicente participó anónimamente en la entrevista  a Sofía, hizo la señal convenida al entrevistador para que rechazara a la candidata.

Así se hizo pero el psicólogo, cuando se animó a preguntarle al empresario por qué se oponía a contratar a esta señorita, recibió por toda respuesta una murmuración inaudible.

Meses después, Vicente llamó a su fiel secretaria y le pidió que contactara a aquella muchachita para pedirle una cita en algún lugar alejado de la empresa.

La joven llegó 25 minutos tarde y con un gesto de las cejas bastante maleducado, inquirió el motivo de la cita.

El hombre sintió terror porque le sudaban las manos, esas que no tenían empacho en firmar decisiones que afectaban a muchas personas.

No pudo decirle nada de lo que tenía pensado porque tampoco su aparato fonador quiso obedecerle.

Vicente, casi paralizado, se disculpó con vergüenza y se fue. Ella levantó los hombros con indiferencia y algo de desprecio por este pobre hombre tan lleno de dinero.

Dos meses después Vicente pudo rearmar sus pensamientos y le pidió a la joven para encontrarse de nuevo.

En esta ocasión pudo desarrollar su propuesta: quería casarse con ella para que empezaran a conocerse en la convivencia.

Quienes tomaron la resolución favorable fueron los problemas familiares de Sofía y así se lo hizo saber, solicitándole una retribución económica que los sacara de una prolongada miseria.

La chica había sido rechazada a través del espejo porque Vicente entendió que su vida sería un caos tan solo verla diariamente. Luego, al ver que no pudo sacársela de la cabeza, decidió doblegarse por primera vez ante su deseo; por eso la citó y le hizo la propuesta.

Sofía, asesorada por la madre, se comportó como una geisha poniendo a prueba el endurecido corazón de Vicente, que sin embargo estalló mortalmente cuando ella, desoyendo sus ruegos, lo dejó solo para reunirse con su familia a festejar la primera Nochebuena, sin saber aún que ya era una viuda rica.

(Este es el Artículo Nº 1.683)

11 comentarios:

Marta dijo...

qué poca fe le tiene a las mujeres!

José Luis dijo...

Parece que la moraleja es: nunca te doblegues ante tu deseo.

Mª Eugenia dijo...

¿Las personas de verdad se conocen en la convivencia, o es ahí donde empiezan a desconocerse?

Cecilia dijo...

En esta historia no parece haber sido ella la que eligió al varón. Capaz que por eso la cosa no funcionó.

Gabriela dijo...

Sí, ella no lo eligió. En ningún momento se sintió atraida por él, si no le habría dado entrada cuando él la citó la primera vez. Y jamás lo habría dejado solo en Navidad.

Ingrid dijo...

Las madres son terribles. Algunas son terribles cuando se trata de buscarle un buen partido a las hijas. No las podemos condenar, buscan dejarlas protegidas porque entre mujeres entienden esa necesidad. Es una lástima que ese temor, esa dependencia y necesidad de buscar protección, se interponga de tal modo que inhabilite la posibilidad de encontrar el amor.

Armando dijo...

En referencia a la interesante pregunta de Mª Eugenia, mi respuesta es que pueden suceder cualquiera de las dos cosas: se pueden conocer profundamente en la convivencia, de una manera que de otro modo no se habrían conocido, pero también puede suceder todo lo contrario. Puede que no se entiendan y que la atracción deje de funcionar porque lo que había depositado cada uno en el otro, no se acercó a la realidad que ellos creían ver.

Elena dijo...

Creo en el amor y apuesto a la convivencia. Que no es fácil, es cierto, no es nada fácil. Es posible. Pienso que la única forma de disfrutar la convivencia es en libertad. No se puede vivir de a dos. Cada cual tiene que tener su vida. Convivir no es hacer las mismas cosas todo el tiempo, cenar juntos obligatoriamente, tener prohibido ausentarse del hogar, estar al tanto de los horarios del otro. Dos personas pueden compartir muchos más momentos, acompañarse y disfrutarse mucho más si conviven que si no conviven. Pero para que eso sea posible tienen que conocerse muy bien. A si mismos y al otro. Tienen que depositar fe, con esto me refiero a que es imprescindible estar convencido de que el otro te ama, y como te ama te respeta.

Gastón dijo...

Si ella iba a tener que hacer de geisha todo el tiempo, la relación se iba a desmoronar. En la relación sexual uno no puede estar todo el tiempo pendiente del disfrute del otro. Hay que estar pendiente del disfrute propio y confiar que la otra persona se sentirá exitada al percibir que de manera auténtica disfrutamos con su cuerpo.

Lola dijo...

Bueno, tampoco es tan así Gastón. Tu pareja tiene que saber qué cosas son las que más te gustan. Eso te vas dando cuenta de a poco. Satisfacer fantasías de una persona a la que se ama, es casi siempre un placer (salvo que el otro se vaya de mambo, me explico?)

Carolina dijo...

Marta, ¿de quién hablás?, ¿del Licenciado o del protagonista? Habría que aclararlo, porque dicho así me parece una falta de respeto.