Es posible creer que cuando un delincuente es encarcelado, competirán los intentos de fuga con los intentos de evitarlas.
Pensemos en un deporte que
atrae poderosamente la atención de unas pocas personas, que se conocen entre
sí, se aprecian, se respetan, forman casi una familia.
Cada tanto surge un campeonato
que eleva el interés de los hinchas y de los jugadores.
El juego es tan especial que
no solo incluye destreza corporal, sino también inteligencia, poder de
observación, habilidad para hacer amigos nuevos, negociar, sobornar.
Los jugadores de este deporte
tienen que estar dotados de mucho ingenio, habilidad manual, capacidad actoral,
memoria casi fotográfica, resistencia a la fatiga, al dolor.
Las particularidades del juego
demandan fortaleza, nervios de acero, creatividad para resolver problemas
conocidos y desconocidos, siempre con soluciones tan originales, que los
oponentes en el campeonato puedan darse cuenta tarde de cuáles fueron las
estrategias utilizadas para vencerlos.
Este preámbulo intenta mostrar
una comparación con algo que paso a explicarles inmediatamente.
Es probable que algunos
reclusos delincan porque lo que más disfrutan es la competencia contra la
institución carcelaria a la que fueron destinados.
Cuando menciono el «campeonato» me
refiero a una lucha entre el interés de la Institución por retenerlo y la
intención del preso por fugarse: esa es la competencia.
Los hinchas son el resto de los delincuentes que esperan el triunfo del
«colega», más una cantidad de personas desconocidas (ciudadanos comunes) que,
clandestinamente, se alegran cuando se enteran de que un recluso logra
escaparse.
Los medios de prensa también participan como en cualquier otro
campeonato, solo que informan cuando este comienza (cuando el delincuente es
apresado y condenado) y luego, al final, informan cuando el «campeonato» es
ganado por el recluso (informan sobre la fuga).
La ilógica psicoanalítica está
dispuesta a creer que esto realmente ocurre.
(Este es el
Artículo Nº 1.688)
●●●
8 comentarios:
Nuetro niño y nuestro adolescente interior están muy enojados. Un monstruo súper-poderoso les fue planchando la rebeldía. Todavía existen algunas viejas genias que se tiñen el pelo de violeta. Y dicen que hay viejos que se acuestan con pendejas. Incluso hay algunas personas muy adultas y serias que juegan como niños a cosas prohibidas. Pero la enorme mayoría fuimos aplastados por el monstruo. Nos quedamos con la sangre en el ojo.
Ojo.
Pensemos qué vamos a hacer con esa bronca.
Me está empenzando a gustar esa ilógica psicoanalítica. Lo que sí le digo es que no me gusta la delincuencia. Cuando voy por la calle y me cruzo con policías patrullando, mi deseo sería correr a darles un abrazo.
Para combatir la delincuencia primero tenemos que amigarnos con el delincuente que todos llevamos dentro.
Nuestro inconsciente, como dice ud. en el videocomentario, aparta las cosas que no le gustan. Como cuando de chicos nos obligaban a tomar la sopa. En el borde del plato iban quedando girones de acelga, algún pedacito de nabo, el caracú que tanto le gustaba a papá. Después nos tomábamos el caldo y mamá protestaba.
Con muchas otras cosas -si no con todas- hacemos lo mismo. Nos rajamos las vestiduras condenando la delincuencia pero... puede que en lo profundo de nuestro inconsciente alentemos a esos que se animaron a transgredir la ley.
A los hinchas
los lincharía a todos.
Pero me saco la vincha,
dejo atrás a los indios
y me conformo con poco.
Me hizo acordar al juego del poli-ladron, de los recreos en la escuela. Qué divertido era escaparse de los policías. Y qué divertido era apresar a los ladrones!
Nos gusta la competencia porque si observamos la naturaleza con ojos humanos, vemos que los árboles compiten por la luz en la selva, los cierbos compiten a cornadas, los leones compiten para tragarse el pedazo más grande de carne. Nosotros no somos tan distintos. O al menos, no lo vemos tan distinto.
Si tendrá razón Mieres! Fíjese que hasta existen diarios que sólo se dedican a la crónica roja.
Publicar un comentario