
Existe una «desconfianza científica» gracias a la cual podemos seguir
buscando con confianza, verdades mejores que las que ya tenemos.
Probablemente el dato esencial
sobre si la salud mental es aceptable, es antipático, molesto, irritante. Me
refiero a la duda.
En su mayoría, los procesos
mentales rígidos, inamovibles, estereotipados, son una característica presente
en los funcionamientos mentales problemáticos.
Claro que también puede
ocurrir que la DUDA sea la rígida: una persona que no puede dejar de dudar
también está en problemas. Quien nunca puede cambiar de tarea porque nunca da
por terminado lo que está haciendo, padece una compulsión que dista de ser
saludable.
Como vemos, las patologías
mentales son más difíciles de diagnosticar que la gripe, una fractura ósea o
una enfermedad eruptiva.
A pesar de este irritante
nivel de relativismo, en algunos términos podemos ponernos de acuerdo.
La paranoia, también llamada psicosis interpretativa, se
caracteriza porque sus delirios son tan sistematizados (coherentes,
estructurados) que parecen maravillosas percepciones de la realidad en las que
la mortificante DUDA está ausente. El paranoico que explica su inflexible punto
de vista, nunca podrá ser convencido de otra cosa: está patológicamente seguro.
Cuando un paranoico desconfía de algo, todas las pruebas por
él encontradas no admiten la menor duda:
si cree que lo persiguen, todos dudaremos de su situación menos él.
Sin embargo la desconfianza no patológica es una forma de
pensar imprescindible para el progreso de la ciencia.
Este tipo de «desconfianza científica» es útil para no creer
que las verdades son verdades definitivas sino que es posible confiar en que
existen otras verdades mejores.
La gran confianza en que no está dicha la última palabra en
ningún tema está alentada por la «desconfianza científica».
Esta mega desconfianza nos alienta a pensar que la humanidad
aún no llegó a la meta.
(Este es el Artículo Nº 1.702)
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13 comentarios:
Una vida exitosa es la que ha ido conquistando para si y para quienes lo rodean, más y mejores verdades.
Me considero una persona entusiasta y reconozco que a veces soy poco crítica.
Me acuerdo de una tía que cada dos por tres me decía ¨no lo pienses dos veces¨, y a mí me parecía que si pensaba dos veces iba a perderme una gran oportunidad. Pero en realidad pasa también al revés: te perdés grandes oportunidades por no pensar dos veces.
Hay una diferencia enorme entre una esquizofrenia paranoide y la paranoia. La desconfianza del primero no es compartible, mientras que la del segundo parece razonable y pasa inadvertida para quienes no conocen al individuo. Las dudas de este últimos son lógicas, forman parte de un discurso bien estructurado, parten de premisas compartibles. Lo patológico está en que toda la vida de esa persona se centra en la desconfianza. Parecen individuos inofensivos, pero es mucho el daño que pueden hacerle a quienes los aman.
La curiosidad y la desconfianza creo que han sido los motores del progreso científico; junto al deseo de realización que todos tenemos.
Como las verdades no son definitivas, tenemos que manejarlas de forma operativa. Tienen que resultarnos útiles pero no podemos apegarnos a ellas y defenderlas como si fueran parte nuestra. Tenemos que estar prontos para desecharlas cuando dejan de funcionar dentro de la realidad en que las manejamos.
Lo que plantea Elena me lleva a pensar en el desapego. Si dudamos siempre y de todo, caemos en el desapego. Estaremos imposibilitados de ponerle pasión y alegría a nuestras actividades. Pero también es cierto que si la duda falta, esa pasión nos llevará a actuar con desapego hacia los intereses o convicciones de otros. Surgirá la intolerancia y/o el fanatismo.
Para escaparle a la duda nos juntamos con los que tienen nuestras mismas convicciones y nos volvemos cada vez más rígidos.
Penélope tejía y destejía porque esperaba a su marido. Quizás dudaba de su retorno, pero la esperanza se imponía por sobre la duda y la ayudaba a esperar.
¿No sería que el precio de la lana estaba muy alto?
Lo malo con la duda rígida es que para quebrarla, ni la evidencia más contundente ayuda.
La duda ausente tampoco da ojos vista a la evidencia.
La ciencia nos ha demostrado que lo evidente caduca.
Ojalá que la verdad del amor no caduque.
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