
Creemos en las personas «eruditas»
por varios motivos, (emocionales, simpatía, fama, belleza, decorados, contagio,
sugestión), ajenos a la confiabilidad (veracidad objetiva) de sus dichos.
La palabra «erudición» significa «Conocimiento
profundo y extenso sobre ciencias, artes y otras materias».
Muchas personas confían en lo que dicen
quienes son o parecen «eruditos».
Existe consenso en afirmar que sus conocimientos son confiables. Más aún,
también se dice que lo que saben los eruditos, «es la verdad».
¿Cómo
hacemos para saber que alguien conoce y dice la verdad? En la mayoría de los
casos nos guiamos por datos bastante inciertos, subjetivos, emocionales.
Uno de los
datos que tenemos para afirmar que Fulano es un «erudito» proviene de otras
personas que lo dicen, es decir, nos guiamos por la fama que ha llegado a
nuestros oídos.
Otro de los
datos que tenemos para afirmar sobre la validez de lo que saben y dicen los
eruditos proviene de su aspecto personal: Hablan con serenidad, convicción,
firmeza. No podemos detectar en su forma de presentarse alguna duda, timidez,
inseguridad.
Algo
importante para que lleguemos a confiar en los dichos del erudito es que por lo
menos diga algo que nosotros ya tengamos por cierto, por ejemplo, si comienza
refiriéndose a cualquier refrán («Quien mucho abarca poco aprieta»), comenzamos
a pensar que es alguien «tan confiable como nosotros».
En general
suponemos que las personas provistas de grandes conocimientos verdaderos, están
rodeadas de un cierto halo, de un cierto decorado. Cada público tiene un
decorado predilecto: sobrio, luminoso, colorido, elevado, lujoso, con música
cinematográfica, efectos especiales, tecnología, vestimenta modesta,
aplaudidores dispersos, entusiastas y muy contagiosos.
No solo le
creemos a nuestros referentes confiables (publicidad, editoriales, premios,
líderes políticos) sino que también creemos en los eruditos que aplaudimos sin
saber bien por qué (por contagio, por fanatismo, por sugestión).
(Este es el Artículo No. 1697)
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10 comentarios:
Para transmitir algunos conocimientos se necesita erudicción. Por ej. si alguien quiere transmitir buena parte de lo que se ha escrito sobre literatura, (no sobre un texto determinado sino sobre literatura en general) tendrá que saber mucho. Esos conocimientos que se transmiten sirven para enriquecer la lectura de un texto, para prestarle atención a más variables. En matemática y otras ciencias duras hay que saber más de lo que se va a enseñar, para poder enseñar bien. Sin embargo en Filosofía, en Psicoanálisis, Psicología, Psiquiatría y tantas otras materias, el conocimiento que se transmite nos sirve más para generar nuevos conocimientos o nuevas hipótesis, pensando.
En cuanto a la matemática no estoy de acuerdo, Esteban. Los matemáticos se apoyan en lo que se sabe para avanzar. A veces incluso desechan lo que se sabe y crean otro sistema. Una cosa es la enseñanza de la matemática de forma tradicional en la educación primaria y media. Otra cosa es un matemático. Por supuesto que si la matemática se vincula a la vida cotidiana, es más fácil que surga la creatividad. No porque los chicos inventen sistemas nuevos necesariamente, sino porque son capaces de resolver un mismo problemas de distintas formas.
Si lo que saben los eruditos fuese siempre la verdad, entonces nos estancaríamos, el conocimiento no avanzaría.
Muchas veces alguien nos resulta creíble porque es afín a nuestras ideas, por el lugar jerárquico que ocupa, por como está vestido y las cosas que mencionaba Mieres. Nos resultan creíbles por cuestiones algo insólitas y muy subjetivas. Es bueno tenerlo en cuenta.
A veces los eruditos no saben tanto como parece sino que tienen mucho talento para exponer lo que saben haciéndonos creer que saben mucho más.
Empezar una conferencia o una charla diciendo un refrán compartido por todos, es una forma de ganarse al público. El tipo nos está diciendo que tiene sentido común, y en general el sentido común es muy valorado. Los refranes que se vienen repitiendo durante siglos, de tan repetidos se convierten en verdad. Nos cuesta mucho pensar que puedan ser equivocados o por lo menos no aplicables a todas las situaciones.
El peligro que entraña el conocimiento profundo de un segmento de la realidad es que podemos perder de vista la globalidad en la que está incerto.
Lo que plantea Norton es el problema de los especialistas. Algunos especialistas carecen de formación general. Esto los puede llevar a grandes equivocaciones. Se me ocurre el ejemplo de la medicina. Si no se es capaz de ver al individuo en su funcionamiento global y teniendo en cuenta donde está incerto, en que momento de su vida y en que círculo cultural, socioeconómico, etc, lo que se pueda hacer por colaborar en la salud de esa persona será muy poco.
Algunas personas que parecen muy confiables mienten a cara de perro. No les interesa decir la verdad sino conseguir determinado objetivo. Son de los que están convencidos de que el fin justifica los medios. Esos medios pueden ser altruistas o mezquinos. En el caso de los altruistas el peligro está en que se crean dueños de la verdad. En los mezquinos, que nos usarán para sus propios fines, sin tenernos en cuenta.
Durante tres décadas le estuve buscando la vuelta a una frase que no le encontraba sentido. Decía así: dentro de cada uno hay un bien y hay un mal, mas no dejes que ninguno ataque a la humanidad. Yo pensaba, ¿como un bien puede atacar a la humanidad?. Ahora tengo una respuesta. Existen personas convencidas de que están haciendo un bien. No dudan en lo más mínimo. Encuentran adherentes a sus fervientes ideas y cada vez se convencen más. Me parece que a Hitler le debe haber pasado algo así. Convencido de que era necesario propagar la pureza de la raza aria y exterminar a quienes darían mala simiente, hizo -apoyado por muchísimos seguidores fieles- las barbaridades que todos sabemos.
Lo que saco entonces de esa frase es la advertencia de que conviene ser prudentes, prestarle atención a las opiniones diversas, ser conscientes de nuestro narcisismo.
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