Describiré una escena familiar clásica.
Alicia y Bartolomé son los padres de tres niños de 3, 7 y 9 años.
Son las 8 de la noche de un día invernal. Afuera hace mucho frío y circula poca gente.
Ellos cenarán dentro de un rato pero ahora los niños se entretienen jugando, algunas veces en equipo y otras sin interactuar entre sí.
Los cónyuges dialogan sobre cómo mejorar los ingresos económicos de la familia, qué hacer con los padres de él que ya no pueden seguir viviendo solos y conjeturando sobre las futuras decisiones del gobierno.
En el hogar hay cinco personas, dos adultos y tres niños, que por momentos se comunican entre sí y por momentos se aíslan en sus mundos interiores.
Se trata de una familia normal.
Los grandes colectivos poseen esta misma estructura aunque con integrantes adultos.
Unos pocos adultos (los dirigentes-padres) piensan cómo resolver los problemas cotidianos que se les presentan a todos y una mayoría (los gobernados-hijos) esperan las decisiones de los mayores.
Así como entendemos que la familia formada por Alicia y Bartolomé es normal, aceptamos como normal que en una sociedad haya personas que piensan y otras que actúan según lo que otros pensaron.
La clave de esta situación está en el significado del vocablo «normal», que según el Diccionario de la Real Academia significa:
1 — Dicho de una cosa que se halla en su estado natural.
2 — Que sirve de norma o regla.
3 — Dicho de una cosa que, por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano.
En suma: los humanos asumimos en un nivel muy profundo de nuestro pensamiento (donde radica el lenguaje que usamos automáticamente), que es normal que unos pocos piensen y una mayoría no piense.
●●●
13 comentarios:
Hay una minoría que se dedica a pensar los asuntos de gobierno y una mayoría que piensa en otras cosas.
Por aquí no deciden los padres (que tienen mucho miedo), deciden los abuelos.
¡Qué nenes tan lindos! Seguro que el tercero quedó afuera porque no era rubio y de ojos celestes.
Los niños y los adultos andan todos circulando por sus mundos interiores.
Los gobernados (hijos) deben gobernar a sus gobernados (hijos-hijos), pero no tiene mucho sentido.
Alguien pensó mi computadora y ahora ella me piensa a mí.
Los tartamudos piensan mejor (está claro que ellos no usan el lenguaje automáticamente).
Las cosas que se hallan en su estado natural no son normales porque ya no existen.
Por su naturaleza, forma y magnitud... lo de mi chico, no es normal!
Yo pienso con pocas palabras pero igual no me hago entender.
El reparto de roles se da en cualquier grupo humano que se dedique a varias cosas.
Detrás de todo estoy hay otro asunto y es que para nuestra forma de pensar en jerarquías y rangos y categorías, ser gobernante es ser mejor persona y eso nos pone envidiosos, agresivos.
Si alguien se desvive por hacer algo que a mi no me interesa demasiado, nos sirve a los dos que yo de un paso al costado.
Publicar un comentario