He comentado con ustedes que el libre albedrío no existe.
Por lo tanto, es posible pensar que nuestra conducta está determinada por factores predisponentes (nuestra anatomía y fisiología) y factores desencadenantes (los que en este momento me hacen actuar como actúo).
En el artículo titulado La selección natural y laboral les decía que un cargo (puesto de trabajo) debe ser ocupado por quienes naturalmente están capacitados para desempeñarlo.
Exagerando sólo para ser más claro, lo que quiero es decir es que cada puesto laboral debería ser ocupado por quienes parecen haber nacido para hacer esa tarea.
Esta aseveración es coherente con la suposición de que, al no existir el libre albedrío, nadie puede hacer la tarea que se le plazca, porque sus propias condiciones personales (predisponentes y desencadenantes) determinan qué podemos hacer bien, en tiempo y forma, sin cansarnos demasiado y disfrutándolo.
Esta afirmación trae aparejada su contraria: nadie puede realizar bien una tarea, si no nació para realizarla, si la realiza a pura fuerza de voluntad, porque no tiene más remedio, por obligación, presionado, a disgusto o caprichosamente.
Las relaciones de pareja pueden analizarse con un criterio similar.
Hay realmente un trabajo en la adaptación de los gustos, preferencias y criterios de dos personas que se seleccionan mutuamente para acompañarse en la vida.
Cada uno es como es, según su naturaleza.
El conjunto de factores predisponentes que lo caracterizan, darán lugar a determinadas reacciones (y no otras) provocadas por los diferentes factores desencadenantes que vayan ocurriendo.
Si alguien se descontrola porque el otro llega tarde, no pudo controlarse. Es un error pensar que pudo controlarse, pero que por alguna maligna intención prefirió no hacerlo.
Los árboles cambian, los insectos mutan, los humanos nos adaptamos.
El cómo y el cuándo ocurren esas transformaciones, lo deciden la naturaleza y el azar.
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14 comentarios:
Estoy muy de acuerdo con su planteo. ¡Y qué difícil es aceptarlo ! Nos quedamos sin motivo para criticar al otro y tampoco lo tenemos para creernos mejores.
Siguiendo su razonamiento, nadie podría curarse de una enfermedad o mejorar su situación económica. Todo dependerá de nuestra naturaleza y nuestra suerte. ¿Entonces para qué escribe acá?
No se me ocurre hacia dónde apuntar si no tengo libertad, si todo está predeterminado. Tengo que vivir mi vida y al mismo tiempo ser una espectadora resignada y pasiva.
Los mosquitos me tienen loco, no puedo controlarme.
Lo mío es lavar pisos; de todos modos no puedo realizarme porque junto con eso va barrer, lavar inodoros, pasar el plumero...
Todavía no terminé el período de adaptación con mi novia y ya quiere que nos vayamos a vivir juntos!
Mi marido sabe que cada dos por tres me descontrolo y no me saca la extensión de su tarjeta de crédito. Así no vale la pena vivir.
La naturaleza y el azar me predispusieron a dejar el cigarro. Su aumento de precio me decidió.
Mi declarada incapacidad para adaptarme me obliga a mutar constantemente. Ahora mismo estoy pastando de espaldas al viento.
A esa adaptación de los gustos, preferencias y criterios que se da en la pareja, se le llama "amoldarse". Nunca llegarán a tener el mismo molde, pero ella desarrollará sus aspectos masculinos y él los femeninos.
Por algún motivo que tu conocerás mejor que yo, nos resistimos salvajemente a los cambios.
También es la naturaleza la que opone ese freno?
Le comento a Álvaro: Si no estoy errada, todo lo que hacemos nos va cambiando. Si leemos un libro de autoayuda, ya no podremos ser los mismos y así con todo.
La vida, las experiencias cambian nuestros factores predisponentes y por lo tanto, los factores desencadenantes ya no producirán los mismos efectos.
Necesito que alguien me diga si está o no de acuerdo con lo que razoné.
Tenés razón Irene. Gracias por prestarle atención a mi comentario; el tuyo me sirvió para entender mejor.
Estimados lectores Álvaro e Irène: Veo que el punto sobre el que uds dialogan merece uno o más artículos que trataré de publicar en breve.
Mi idea sobre el asunto se parece mucho a lo que tú dices Irène.
Me complace saludarlos con afecto.
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