domingo, 8 de mayo de 2011

Por un puñado de tachuelas

Les cuento algo que muchos no saben. Hasta mediados del siglo veinte los zapatos podían tener la suela cocida, pegada o clavada.

Los más caros eran los primeros. Los de suela pegada solían desarmarse cuando se mojaban y los de suela clavada no recuerdo qué inconveniente tenían, pero lo cierto es que don Trías los reparaba.

Él era un gran fumador porque en aquella época los seres humanos no se morían de hipocondría como ahora, sino que fallecían de otras enfermedades como el tifus, la difteria y hasta de sarampión.

Por lo tanto también existía mucho miedo a las enfermedades, pero no al tabaco, ni a las carnes rojas, ni al SIDA (porque aún no existía).

La tos de Trías se oía a gran distancia. Alguien opinó que el salón —ubicado en una esquina—, tenía acústica teatral.

Este señor vivía sólo, abría y cerraba la cortina metálica verde a las 7:00 y a las 20:00, de lunes a sábado, puntualmente.

Además de su elegancia como fumador y de su virilidad por los decibeles de la tos, tenía un arte que no volví a ver: se ponía un puñado de tachuelas en la boca para ir tomando de a una y clavándolas en una línea imaginaria paralela al borde.

Su precisión y rapidez hoy sólo podría ser lograda por una máquina.

La emoción de verlo trabajar estaba en que la tos con un puñado de tachuelas en la boca prometía un atracón metálico y puntiagudo que nos mostraría algo espantoso, sangriento y terrorífico como lo que hoy disfrutamos en la tele.

Después de mucho trabajar y ahorrar, logró comprarse un Renault 4CV, verde como la cortina metálica, que lo estacionaba donde pudiera mirarlo ya que para usarlo no tenía tiempo.

Estaba en pleno martilleo veloz cuando un estruendo lo hizo detenerse y salió a la puerta para comprobar qué poco quedaba de su autito bajo un camión cargado de ladrillos.

Fue entonces cuando su corazón se detuvo. Cayó en cámara lenta y quedó tirado, babeando una sustancia horrible, mezcla de saliva espumosa con tachuelas.

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12 comentarios:

Encuentros Causa Sui dijo...

Muy buena historia Fernando. Excelente BLOG! Saludos desde la otra orilla del Río

Lidia Bolero dijo...

Con tu permiso voy a usar tu relato en los talleres; si me dejas...

en homenaje a Juceca dijo...

El salón de Don Trías tenía una acústica teatral, sí señor. Le puedo asegurar que cuando caía un bintén al suelo, resonaba como en la iglesia. Por eso lo de Don Trías tenía algo de sagrado.
Ir por la zapatería tenía además, una parada obligada en el boliche, cosa que al salón ya llegabas medio entonadito para el coro. Entonces el Mítico Tachuela -único sobrino reconocido por Don Trías- largaba alguna frase incitadora, para ver qué pasaba. Fue así que un día dijo: "acá hay alguien que perdió un zapato en casa ajena". Todos nos quedamos tiesos por las dudas, pero cuando nos miramos entre nosotros advertimos que el pie izquierdo de el Potiche tenía zapato marrón, cuando el derecho era negro... Entonces todos respiramos hondo, menos el Potiche que parecía medio distraído. Aunque se le notaba que algo orgulloso estaba porque miraba el mosquitero y sonreía. La cosa fue cuando le tocó el turno de esperar la media suela. Regules le apostó al Nacho que la media suela era para el zapato negro, y le acertó nomás. Pero la cosa quedó ahí. Fue bien de caballeros y nadie dijo nada. Incluso Regules tuvo la consideración de decirle al Potiche: "si querés te consigo el otro negro que te falta".

Amílcar Ótis dijo...

El Renault 4CV, verde como la cortina metálica, subió al cielo y desde allí lo tironeó a Don Trías; que vien se lo merecía.

Josué dijo...

El Petiso Tachuela era amargo. Un día nos reunió a todos y nos dijo que iba a crucificar al que hablando del bien y del Cielo escribía del Bien de la virtud, con la uve de la violencia y el infierno.

(por si no te diste cuenta esto va para vos, Amílcar)

Celeste dijo...

La emoción de verlo trabajar estaba en que la tos tachuelada se liberaba de toda punta, de todo filo.

Pichuco dijo...

Es cierto Celeste, la tos tachuelada dejaba al descubierto la garganta con arena, que amábamos tanto.

Nolo dijo...

Para mí que entre el camionaso ese y el Renault, había una pasión sin barreras.

Alicia Futur dijo...

A fines del siglo veintiuno los zapatos podían tener hidrosuela, pero como llevaban agua eran muy caros.

Martín dijo...

Suela cocida fue lo que me hizo comer mi madre en estas Santas Pascuas.
Y todavía estoy esperando que me cosa las medias.

Sarita dijo...

Lo mejor que tenía Don Trías era que además de todo, reparaba sus propios zapatos.

Segismundo dijo...

Me acuerdo del primer paseo que dio Don Trías en su Renault. Él me invitó a dar la vuelta alrededor de todo el pueblo. A los quince minutos llegamos de nuevo a la zapatería, agotados de tanto ver.