domingo, 22 de mayo de 2011

Islandia

Durante mi infancia estuve leyendo libros sobre Islandia.

Esta es una pequeña isla ubicada muy cerca del polo norte, entre Europa y América.

Está habitada por gente inteligente, trabajadora, que disfrutan de una felicidad humanamente posible.

Un vecino, que vivía en una casilla de madera en los fondos de donde me crié, tenía una especie de obsesión contagiosa por ese lugar del mundo que había visitado muchas veces y que encerraba un secreto de su vida del que nunca quería hablar porque le venían ganas de llorar.

Decía que usaba la barba tan abundante para que cuando llorara la gente no se diera cuenta y creo que era verdad.

Me prestó libros que hablaban de lugares muy concretos de la isla, pequeñas casas, peñascos, ríos, montañas, montañas con volcanes activos, agua caliente que salía del piso en varias zonas, la temperatura fría gran parte del año, la gente alegre, que pensaba y soñaba más de lo que conversaba, niños ruidosos, vivaces, divertidos, que usaban como juguetes trozos de madera a los que ellos les agregaban con su imaginación lo que necesitaran: gatillo, ruedas, grúas, velas, cargamentos, ropa, sombreros.

Los sueños de mi infancia ocurrían en Islandia. Recorría y sentía cada paraje, cada fuente termal, los chorros de vapor, los gritos de los niños, los silencios de los mayores.

Con mis primeros ahorros fui a visitar ese lugar y los sueños de tantos años adquirieron otra dimensión.

Los recordaba con tal nitidez que la realidad confirmó aromas, temperaturas, texturas, relieves.

Algo que me llamó mucho la atención es que pude entenderme con los lugareños a pesar que su idioma es rarísimo para un hispanoparlante.

Me hice de muchos amigos. Buscan mi compañía porque adoran «ver» su lugar de nacimiento a través de los sueños de un latinoamericano.

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8 comentarios:

Carolina dijo...

Me gusta leer el cuento de los domingos, doc. Es uno de mis placeres a la tardecita.

Elena dijo...

Verse a través de los ojos de quien nos ama, es grato y necesario.

Paty dijo...

Voy a ahorrar hasta que pueda pasar unos días en la playa tropical más linda del mundo.

Natalia dijo...

Entenderse está al alcance de la mano cuando hay buena onda.

Carina dijo...

El hombre de la gran barba era un científico bohemio que destinaba todo su dinero en una investigación que desarrollaba en Islandia. En uno de sus viajes el amor se le reveló y le dejó un hijo.

Gastón dijo...

Yo también conocí al protagonista de este cuento. Siempre hablaba de un niñito pelirojo que hacía monumentales muñecos de nieve.

Yenny dijo...

En algún lugar existe la gente armoniosa y madura, esa que sabe dialogar con la vida sin necesidad de andarse a los sopapos.

Luciana dijo...

La barba con lágrimas hace cosquillitas cuando te dan un beso.