sábado, 29 de mayo de 2010

La depresión constructiva

“Somos hijos del rigor” dice el proverbio, y con esta afirmación la sabiduría popular está reconociendo lo que parece ser una ley natural.

La naturaleza tanto nos mortifica con el hambre como nos deleita con las sensaciones voluptuosas del orgasmo.

Nuestra psiquis se corresponde con esta ley natural y por eso en nuestro pensamiento conviven las ideas amorosas y odiosas, constructivas y destructivas.

Describir los procesos mentales (ideas, sentimientos, razonamientos), puede hacerse indirectamente apelando a un estilo literario.

En los hechos, nos gusta una novela cuando —quizá sin darnos cuenta— los personajes y sus vicisitudes, representan nuestros diálogos interiores, conflictos, angustias, contradicciones.

Los personajes buenos y los personajes malos, sienten, piensan y actúan como nosotros lo haríamos, si no fuera porque las leyes y las normas de convivencia reprimen a nuestros personajes maléficos.

Una teoría (1) muy confiable (porque los pacientes la confirman con sus dichos y actitudes), opina que esa ambivalencia que caracteriza a nuestra psiquis, es la que nos permite amar los senos maternos que nos alimentan, al mismo tiempo que deseamos devorarlos, destruirlos.

Esta segunda aspiración, nos llena de preocupación (angustia) porque intuimos que si nuestro afán destructivo se concretara, nos moriríamos de hambre (perderíamos los senos que nos alivian el hambre).

La teoría dice que ese niño de unos pocos meses de vida, ya siente culpa e intenta (con los pocos recursos psíquicos que logró desarrollar en tan poco tiempo), reparar los senos que imaginariamente devoró, destruyó, mató.

Mientras el pequeño cursa ese período de preocupación, angustia y arrepentimiento e intenta reparar el daño que hizo en su imaginación, está triste, deprimido.

Esta es una depresión (tristeza) saludable porque termina en un equilibrio que le aporta tranquilidad, serenidad y bienestar.

Lo interesante es que ese proceso (daño-arrepentimiento-tristeza-reparación), se repite a lo largo de toda la vida.

(1) Esta teoría es de la psicoanalista Melanie Klein (1882 - 1960) (imagen).

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11 comentarios:

Tania dijo...

En el ámbito laboral me ha pasado varias veces que fui dañada y no recibí ninguna reparación.

Marcia dijo...

Cómo puede ser que un niño de pocos meses sienta culpa!

Nazareno dijo...

Me gustan las novelas policiales. La verdad es que quisiera atrapar y encerrar a todos los malos. Al mismo tiempo quisiera ser uno de ellos.

Leonardo dijo...

Reprimir la ira y soportar la culpa, seguramente nos lleva una cantidad enorme de energía, que nos deja sin fuerzas, tristes, deprimidos.

Clarisa dijo...

En casa mi padre reparaba todo. Nunca permitía que llamáramos a un técnico. Bien o mal él se las arreglaba para que las cosas volvieran a funcionar.

Magdalena dijo...

Un divorcio te deja mal. Es difícil que luego de consumado puedas reparar los daños que se le provocaron a los hijos y/o los que se hizo la pareja mutuamente.
Me pregunto qué sucede con esas heridas que no terminan de cicatrizar.

Sebastián dijo...

Los cirujanos que se dedican a la cirugía estética deben haber sido terribles sádicos culpógenos.

Nachajón dijo...

El hambre que el niño siente momentos antes de ser satisfecho, lo lleva a comer con voracidad.
La naturaleza fue sabia al no proveernos de dientes en los meses que más angustia sentimos frente a la sensación de hambre. Seguramente, en la medida que fue pasando el tiempo, aprendimos que ese hambre termina saciándose y el temor se apacigua.

Filisbino dijo...

A los 7 u 8 años los niños suelen ser crueles y no parecen sentir culpa alguna.

la gordis dijo...

Si tengo mucho apetito no disfruto plenamente la comida porque como demasiado apurada. Capaz que es la rabia por haberme sentido molesta, que la descargo en la comida que fue "mala" por no haber llegado a tiempo.

Elbio dijo...

La frase "te comería a besos" ilustra la ambivalencia de sentimientos que ud plantea.