Nunca lo vi escrito con tanta contundencia, por eso lo escribo: los humanos nos creemos que un adulto, como mínimo tiene que ser hombre o madre, de lo contrario está incompleto, fallado, castrado.
La naturaleza se encarga de todo: los seres vivos funcionan automáticamente logrando que se conserve cada individuo, induciéndolos a que se reproduzcan y logrando así que también se conserven las especies.
No sabemos qué ocurre con las demás, pero en la nuestra tenemos algo que llamamos «pensamiento» al que por ahora le da por suponer que vive gracias a que hace o deja de hacer ciertas cosas.
Una prueba rotunda de esta afirmación es que, según cada uno cree, puede matarse cuando quiere. Por lo tanto, el suicidio es un fenómeno terrible pero que también viene a confirmar el libre albedrío.
El razonamiento en este sentido es: si yo puedo interrumpir mi existencia cuando se me antoja, no necesito más pruebas para creer que el resto de mi existencia y actitud reproductiva, también son gobernados por mí mismo.
Claro que descarta alegremente la hipótesis de que no se mata cuando quiere sino que lo que llamamos suicidio es en realidad el desenlace inevitable de una enfermedad terminal mal diagnosticada.
Vivimos en mundos paralelos. En uno de ellos acontece todo lo real, lo mismo que le ocurre a un insecto, a un pez, a un mamífero, con las características que son propias de cada especie. En otro de esos mundos nuestra mente cree que está haciendo, decidiendo, impidiendo, resolviendo, transformando, con la convicción de que esa es la verdadera realidad, inclusive con una validez superior al de los fenómenos tangibles y objetivamente observables.
En este mundo paralelo, imaginario, fantaseado, ideal, imaginado, es donde creemos y actuamos pensando que un ser humano es completo si es hombre o madre.
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12 comentarios:
Es bien cierto que existe ese prejuicio. Una mujer sin hijos con frecuencia resulta inexplicable. Esta forma de pensar surge en las personas que necesitan en grado sumo la aprobación social para sentirse personas.
En la mujer el rol que se valora más es el de madre. Las mujeres que no son madres, se sienten lo suficientemente valiosas como para elegir.
Es feroz la discriminación hacia el hombre no heterosexual. Concomitantemente es un feliz augurio, la velocidad con la que parece desaparecer ese prejuicio entre los más jóvenes.
Bien dicen que no se mata el que quiere, sino el que puede.
Nuestro pensamiento está determinado por el azar.
Aún el hecho de ser madre, a veces no es suficiente para la sicología femenina. La frecuente depresión post-parto refleja la pérdida de la sensación de completud que experimentan algunas mujeres, al separarse de su hijo.
Lo real es simple pero indescifrable.
La realidad, compuesta por lo real y lo imaginario, es compleja pero parcialmente analizable.
Mi perro piensa con su instinto de conservación. Por ejemplo, cuando nos preparamos para irnos de casa (situación en la que quedará solo), busca su pelotita y nos incita a que se la lancemos. Logra distraernos y que estemos más rato con él.
En lo que respecta al suicidio hay diversidad de opiniones. Lo que parece quedar claro es que una persona sana (que disfruta de bienestar bio-psico-social) no tiene deseos de suicidarse.
El hecho de dudar entre distintas posibilidades y finalmente elegir una, desechando las demás, nos hace pensar que somos libres. La posibilidad de elegir, implica para nosotros ser libres. Creo que no hay inconveniente en que sigamos pensando de esa manera, siempre que tengamos claro que elegimos determinados por lo que somos, y lo que somos es el producto de los entrecruzamientos que nos han tocado en suerte.
El nivel de complejidad y la capacidad de abstracción de nuestro pensamiento, determina nuestra edad mental. A su vez nuestra edad mental puede jugarnos a favor o en contra, a la hora de luchar por nuestra supervivencia. Pero está claro que no elegimos nuestro nivel intelectual.
El pez es contundente. Para él la realidad es de derecha o de izquierda. Y todo se debe a la posición de sus ojos...
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