viernes, 11 de marzo de 2011

No querría contrariarte

Nuestro mensaje está diseñado —en grandes líneas, tendencias, tono— por quien habrá de recibirlo. Podría decirse que «los libros son escritos por los lectores».

Cuando emitimos un mensaje (oral o escrito), estamos tratando de provocar una cierta reacción en nuestro interlocutor (oyente o lector).

Queremos de él cosas positivas (que nos ame, nos respete, nos ayude) o cosas negativas (irritarlo, vengarnos, destruirlo).

Quienes hablan ante los receptores del mensaje (oradores), pueden ir chequeando si su objetivo se va cumpliendo, observando sus reacciones de aprobación o rechazo.

Cuando enviamos un e-mail, necesitamos suponer cómo será leído el texto, trataremos de no repetir malos entendidos del pasado, evitaremos los comentarios peor recibidos por el destinatario, realzando los temas que más le gustan.

Quienes escribimos para lectores desconocidos, tenemos que imaginarlos.

Sabemos que agradaremos a algunos y que otros, irremediablemente, no podrán leernos, nos rechazarán.

Imaginamos la franja etaria (las edades máximas y mínimas), el nivel cultural, el léxico que conocen, el estilo que prefieren (resumido, expandido, directo, sutil, indirecto, metafórico, literal, reiterativo, agresivo, tolerante), ideología, nivel socio-económico.

Una vez más, en este artículo pretendo comentar la otra cara de la (supuesta) realidad, que siempre existió pero de la que generalmente no se habla. Este es un rasgo de mi perfil como escritor.

Voy al punto:

Lo habitual es pensar que decimos lo que deseamos, que somos libres de exponer nuestras ideas y que nadie nos influye.

Esta es una sensación típica de quienes creen en el libre albedrío.

Por los ejemplos expuestos más arriba es posible afirmar que nuestro discursos (lo que decimos) está delicadamente (con disimulo y sutileza) diseñado (determinado) por el receptor.

Los receptores de un mensaje, sólo quieren ser ratificados y no soportan ser contrariados. Desean «más de lo mismo», desean perfeccionar lo que ya tienen (información, creencias, prejuicios).

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12 comentarios:

Facundo Negri dijo...

Me parece que los poetas no se enteraron de que los libros son escritos por los lectores... será porque no tienen lectores?

Elbio dijo...

Si el escritor es ambiguo en sus planteos, cada lector asimilará lo que quiera asimilar.

Tolembé dijo...

Me cuesta encontrar libros que hablen de la superioridad de los negros...

Adolf dijo...

A ese supuesto gracioso que firmó como Tolembé, le hago saber que odio los chistes racistas.

Tatiana dijo...

No sé, pero todos los escritores dicen que ellos reflejan su mundo interior en lo que escriben, que nunca piensan en el lector, que escriben porque no pueden hacer otra cosa, y mentiras de ese tipo.

Fulgencio dijo...

Ud siempre habla de la cara oscura de la Luna. A ud le espera el averno, mi compadre.

Alba dijo...

A mí me gusta el estilo sutil, indirecto y metafórico. Me encantan esos escritores a los que no se les entiende nada.

Yoel dijo...

En pocas palabras: cuando escribís sos como un ventrílocuo gráfico.

Natalia dijo...

Los oradores son más acomodaticios que los escritores (salvo los escritores de best sellers).

K. R. dijo...

Yo estudio las últimas tendencias en literatura; me dedico sólo a los vanguardistas.

Puño y Letra dijo...

Escribo para noquear al lector, para sacarlo de su estúpida apatía.

ana dijo...

Esa debe ser la causa por la que muchos titulares de blogs borran comentarios que no les gustan