jueves, 24 de marzo de 2011

«¡Hola, hola! ¿Se cortó?»

El castigo consistente en «dejar de hablarle» a alguien, describe claramente cuán importante y temible cree ser el castigador para el castigado.

«Se ofendió tanto, que dejó de hablarle».

Casi todos hemos sido actores o víctimas de una situación así.

A veces se trata de algo terriblemente mortificante y otras veces no es más que la ilusión de alguien que supone que su silencio es mortífero.

Cuenta la historia que al principio Dios bajaba de vez en cuando para dialogar con los humanos.

Los diálogos que llegaron hasta nuestros días (contenidos en La Biblia), son muy naturales aunque Dios nunca se muestra humilde ni democrático ni condescendiente.

Él se sabe poderoso y ni lo oculta, ni lo disimula.

Pero al menos Él se daba alguna vuelta por nuestro territorio, se hacía ver, pero más que nada se hacía oír.

Podemos pensar que la vida para aquellos humanos era tan bella y compleja como la actual. Para nada entendieron que dialogar con Dios era algo importante. Era simplemente lo habitual.

En algún momento Él dejó de hablarnos.

Aquellas mentes acusaron el impacto y recién ahí se dieron cuenta que dialogar con Dios no era algo tan trivial.

Tuvo que aparecer la ausencia para que pudiéramos reconocer lo valiosas que eran aquellas charlas.

Este corte repentino del diálogo, nos llama tanto la atención porque nuestra psiquis se alarma, se angustia, se excita, queda perturbada. Surge algo dentro nuestro negativamente sorprendente.

Recordemos que nuestra mente ama (fundamentalmente) por temor. Nuestro primer objeto de amor es nuestra madre ... sin la cual moriríamos.

Desde que nacemos sabemos de nuestra vulnerabilidad y rápidamente procuramos convertirnos en algo deseado para nuestro protector (mamá, papá, jefe, sindicato, Dios).

En suma: quien deja de hablarnos como castigo, cree (o sabe) que tememos su abandono.

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10 comentarios:

ana dijo...

Tu dios castiga?
A mí me contaron que el asunto es solo cuestión de causa-efecto, y que lo del castigo era una especie de cuco para educar niños a falta de mejores mamporros.
Los misticos cristianos hablan de la noche oscura del alma, para referir a la ausencia de Dios.

Lucía dijo...

Creo que la noche oscura del alma, a la que se refiere Ana, puede traducirse por un ateo, como el vacío que sentimos a veces ante hechos traumáticos o en esos momentos en que la soledad duele, o cuando los conflictos nos paralizan y dejan en silencio.

Carlos dijo...

Sólo en dos oportunidades dejé de hablarle a alguien. En un caso fue a una persona que no pude perdonarle una traición. En otro caso alguien al que si le hablaba, tenía la certeza de que sabía como empezaban las cosas pero no como terminaban.

Paty dijo...

Las momias sí que tienen un silencio mortífero!

Emilia dijo...

Mi padre cuando se enoja deja de hablarme. A veces por bastante tiempo. Una vez pasó eso y sentí deseos de morir. Él sabía qué duro me estaba castigando con su silencio. Y no puedo evitar quererlo porque es mi padre.

Martina dijo...

A veces hay que dejar de hablar con alguien porque la experiencia te ha enseñado que esos diálogos contienen, la mayoría de las veces, insultos, destrato, mentiras que tienen como único fin causar dolor. Es saludable alejarse de esos vínculos. "No me gusto" relacionándome con alguien en esos términos.

Hugo dijo...

Un castigador siempre es temible, aunque también sucede que a algunos castigadores y sus castigos, ya los tenemos manyados y no nos afectan.

Mabela dijo...

Creo que casi siempre pasa que quien dejó de hablarle a alguien, espera ansiosamente enterarse que ese silencio fue lacerante para el perjudicado. Es un castigo refinado... pero no siempre causa efecto. Es más, hasta puede suceder que el otro sencillamente se olvide de vos.

Verónica dijo...

Cada vez que pienso en la crueldad de Dios, me asombra sobremanera que haya llamado tanto la atención Hitler.

Anónimo dijo...

Me abandonó la persona de quien menos lo hubiera esperado. Desde entonces no quiero involucrarme demasiado con nadie.