Antes necesitábamos la tranquilidad que requiere cualquier especie en expansión, pero ahora que ya somos los suficientes, necesitamos estímulos para los humanos existentes.
Supongo (como hipótesis) que nuestra especie cuenta con la cantidad de ejemplares suficiente.
Recordemos que esta roca que gira en torno al sol tiene un tamaño limitado y que está compuesta por muchos elementos (tierra, agua, aire) y por muchos seres vivos (insectos, árboles, humanos).
Todo esto funciona armónicamente y la interacción es constante e inevitable porque estamos encapsulados, encerrados dentro de la atmósfera.
Podemos pensar que este frasco atmosférico autorregula sus contenidos siguiendo una lógica que genéricamente llamamos leyes naturales.
En este macro-contexto, los humanos nos miramos obsesivamente, entre otras causas, porque somos trágicamente vulnerables, imperfectos, dependientes.
El fenómeno vida (1), que distingue a los seres vivos (reinos vegetal y animal) de los inanimados, parece funcionar estimulado por la falta, la carencia, el vacío.
Efectivamente: la falta de alimento nos mueve a buscarlo, la falta de aire nos obliga a salir a la superficie, la falta de compañía nos obliga a buscar amistades, compañeros de trabajo, correligionarios, cónyuges.
Lo que no podemos hacer en esta actividad es cancelar la falta.
Efectivamente, nuestra educación nunca nos advirtió que la carencia es el elemento dinamizador.
Nuestra cultura nos induce a suponer que la vida depende de tener (alimento, aire, compañía), pero en realidad existe algo que está primero que eso y es la necesidad, el deseo, la carencia, el vacío.
En suma: dado que la población de nuestra especie parece ser la suficiente y que la necesidad de reproducirnos no es tan imperiosa como hace siglos, es probable que la búsqueda de compañía (matrimonio, pareja monogámica, fábrica de hijos) admita mayor libertad, ventilación, inestabilidad, carencia, falta, necesidad, deseo: es decir, estimulantes para la vida de quienes ya nacimos.
(1) Vivir duele
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12 comentarios:
Si bien, como ud expresa, "nuestra educación nunca nos advirtió que la carencia es el elemento dinamizador", la experiencia nos lo hace saber de manera perentoria!
Pienso que tal vez, al saber que moriremos, no reparamos en que no hace falta que hagamos nada para que el mundo gire.
Y que seguirá girando alimentado con el aporte de nuestros restos.
Por otra parte la Naturaleza se aurorregula eficientemente y tiende a desembarazarse de los elementos perturbadores de ese equilibrio.
Pero nuestro paladar no es silvestre,de momento.
Y queremos dar la nota.
Dominar a contrapelo.
No nos estimula lo que es.
Y nada nos podría dar la tranquilidad de que la duración de la existencia dependa de nuestro arbitrio.
Hemos llegado a aceptar que la salud está atada a los químicos de la farmacia.
La alimentación, a los cultivos intensivos, con su cóctel ingenieril a cuestas.
El medio ambiente trastornado, las relaciones humanas(?) como pretexto...
Y tal vez la suma, para la versión políticamente correcta(!) de positivo...
Solo que este deseo desorbitado a todo trance corre desbocado, tras un objeto que incuba su propia destrucción.
JA, JA JA!!! La foto que eligió es maravillosa. Felicitaciones, doc.
También felicito a Ana por sus comentarios en dos de sus blogs; excelente nivel.
Esos jugadores de rugby sí que tienen estímulos.
Es probable que la búsqueda de compañía admita, en estos tiempos, mayor libertad. Pero quien debe responder es cada uno por separado. Cada cual sabe (o cree saber, lo admito) lo que necesita y lo que le da más alegría y menos sufrimiento. Con el tiempo las costumbres cambiarán, siempre ha sido así, cambiarán de acuerdo a las nuevas necesidades que se vayan planteando.
Cuál es el objeto que "incuba nuestra propia destrucción", aquel objeto "hacia el que corremos desbocados"? El planteo de Ana lo deja en suspenso; cada cual responderá desde su reflexión.
Pregunta difícil. Quizás ese objeto sea no-humano. Nuestra búsqueda parece estar orientada a la satisfacción de necesidades materiales que nos reaseguran, y eso es así porque el entorno es peligroso. No ganarnos el sustento implica quedar por fuera de la organización social, a la buena de la suerte que nos toque. Por eso relegamos el vínculo humano, ese que trae las mayores satisfacciónes (así como los dolores más grandes). En el tiempo que vivimos, teniendo en cuenta el escaso desarrollo de nuestra capacidad para vivir armoniosamente como especie, es completamente lógico que optemos de esa manera.
Yo apostaría al crecimiento a muy, muy largo plazo. Al crecimiento del ser humano, que le permita vivir con las carencias insoslayables, no con aquellas que puede superar para ser más feliz y para evitar las tragedias evitables.
Aquí en nuestro país falta población.
No es tan difícil buscar compañías estimulantes. Cada cual sabrá quienes le interesan. Siempre hay un grupo de personas interesantes para las personalidades más diversas, aunque a veces es difícil dar con ellas.
Alimento, aire y compañía siempre tuve. El problema fue que el alimento era escaso, el aire olía muy mal y la compañía era peligrosa. Por tanto tuve necesidad de aire fresco, de alimento suficiente, de compañia agradable. Pero esa necesidad no me llevó a buscar, no me estimuló a conseguir lo que necesitaba. Me fui llenando de bronca y luego comencé a deprimirme mucho. Bajé los brazos, me resigné.
Qué se le va a hacer, a cada cual le toca lo que le toca.
Los escritos de Masanobu Fukuoka tienen respuestas.
Siempre que pueda disponerse de la lentirud y y desprejuicio necesarios para "acercarse lentamente hacia una fuente"(Principito dixit)
Cuando me mudé la casa estaba vacía. De a poco la fui llenando de muebles. Pronto no quedó más espacio para muebles, así que comencé a agregar adornos, cuadros en las paredes, almohadones, plantas etc, etc. Llegó un momento en que no cabía nada más, pero yo deseaba seguir comprando cosas para mi casa. Comencé llenando la azotea y luego me di cuenta que no había aprovechado el balcón. Más adelante pinté figuras en las paredes, y agregué mozaicos, piedras y trozos de vidrio que incrusté en la pared.
Siempre cabía algo más, hasta que un día, mi hija se separó y se vino a vivir a casa con mi nieto.
La carencia es necesaria, es estimulante, pero dentro de ciertos límites. Pasados estos, las carencias y el vacío hunden, anulan, atrofian, deforman. Pueden generar violencia o pasividad.
Por más que obtengamos, siempre hay algo que falta. La falta es como el conocimiento; se multiplica cuanto más se tiene, así como se desea saber más, cuanto más se sabe.
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