Más allá de las recomendaciones de los dietistas, nuestra idiosincrasia (rasgos psicológicos, temperamento, carácter) personal, prefiere la comida abundante y barata o la comida escasa y costosa.
Cuando alguno de nosotros hace referencia al «buen gusto», en el fondo está señalando qué es lo que prefiere, elije, está a su medida.
Ocurre que la mayoría nos consideramos normales (por lo cual «es normal sentirse normal») y de ahí concluimos que «el ser humano es como yo».
Los restoranes atienden a ciertos sectores de la población. Están diseñados en todos sus aspectos para atraer a comensales que tengan ciertas preferencias.
Por esta característica, esos restoranes rechazan a todos los demás comensales.
Aunque todos los humanos comemos, el acto de alimentarnos está influido por aspectos culturales muy importantes para nosotros: usamos cubiertos, bebemos utilizando vasos, nos sentamos en torno a una mesa.
Además, si entendemos que:
— la idiosincrasia es el conjunto de rasgos, temperamento, carácter, distintivos y propios de un individuo o de una colectividad; y que
— poseemos la coherencia biológica propia de todo ser vivo,
entonces los hábitos alimenticios son coherentes con nuestra personalidad.
Me explico mejor yendo directamente al punto central de este artículo.
En algunos restoranes la comida es muy abundante y los precios son llamativamente módicos. La decoración es un rasgo secundario y los aspectos higiénicos (salón, baño y cocina), pueden llegar a ser aceptables.
En otros, la comida es muy escasa y los precios son llamativamente elevados. La decoración es un rasgo fundamental y los aspectos higiénicos son obligatoriamente intachables.
Si analizamos estas características teniendo en cuenta la referida coherencia con nuestra personalidad (funcionamiento psíquico), podemos decir que la comida abundante y barata es apetecida por adultos nostálgicos de su propia lactancia mientras que la comida escasa y costosa es apetecida por quienes no añoran su lactancia.
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12 comentarios:
Nosotros los rioplatenses tenemos una coartada. La parrilla es cara y admite el consumo tanto de pequeñas como de abundantes porciones.
A mí me quedó como un trauma con la lactancia. Sé de buena fuente que a veces lloraba mucho tiempo porque tenía hambre, y otras veces se me alimentaba en exceso, antes de las horas estipuladas. Mi relación con la comida es muy conflictiva. Y no quiero hablar más porque me dan ganas de llorar. Chau.
El que va a restaurantes con baños sucios... a qué etapa le tiene nostalgia, eh?
Ud lo ha dicho "es normal sentirse normal", no es necesario andarse con explicaciones, menos con un tipo que lo único que hace es escribir en papelitos verdes.
Los restoranes oscuros, que sólo funcionan de noche en sótanos y se alumbran con velas... no sé, a mí me remiten a un pasado infernal... más cuando ahí tienen la bodega.
Yo me pregunto si haber estado en el vientre de la madre habrá sido tan placentero. Más cuando la madre de uno fue alcohólica.
Mi dietista no entiende que no puede ir en contra de mi idiosincracia, por más idiota que esta parezca!
Los dietistas siempre son mujeres; igual los nutricionistas que son todas mujeres, así que hablemos de las dietistas y las nutricionistas e ignoremos a esa otra pequeña minoría irrelevante. Las mujeres que normativizan la comida de otras mujeres (siempre son mujeres las que van a dietista o nutricionista)son "madres" que intentan revivir con sus pacientes (hijas)el período de lactancia. Y de esto a mí hay una cosa que me queda clara: nadie me toma de hija.
A mí siempre me toca la comida escasa y barata. Soy un desgraciado.
La hormiga dice que la única comida a mi medida, está por las nubes.
Qué añoran los que no añoran
la lactancia?
Acaso una pelela o
la cama de los padres?
Qué añoran los que no añoran
los tiempos del provecho
los pañales
y el arrorró?
Qué añora la añoranza del que
no añora
otro año de lactancia?
Dicen que es muy difícil ver llorar a un japonés. Algunos afirman que es porque desde chicos los acostumbraron a comer de todo.
Mi idiosincracia prefiere con total naturalidad porque nunca fui ni iré al dietista.
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