sábado, 19 de marzo de 2011

La soledad del poder

El contrato matrimonial suele fracasar cuando alguno de los contrayentes (o ambos) incurren en un abuso de poder sobre el otro.

¿Usted sabe porqué tantas personas somos incapaces de ser presidentes de nuestra nación, o intendentes de nuestra ciudad, o alcaldes de nuestro barrio, o presidentes de la comisión administradora de nuestro edificio, o estar casados?

La respuesta es: no todo el mundo sabe administrar el poder.

Como habrá observado incluí la relación matrimonial en la lista de dificultades con el poder.

Muchos divorcios ocurren precisamente porque alguno de los cónyuges (o ambos) subestimaron sus dificultades para administrar el poder, y más precisamente subestimaron su tendencia a cometer abusos de poder.

La depresión es una enfermedad psíquica muy penosa para quienes la padecen y sus allegados.

Los tratamientos psiquiátricos apuntan fundamentalmente a la autocuración en tanto procuran atemperar los padecimientos durante todo el tiempo que haga falta para que la naturaleza restablezca el desequilibrio orgánico que la produce.

Los tratamientos psicológicos apuntan fundamentalmente a desmontar un círculo vicioso por el cual los pensamientos de baja autoestima actúan como agravantes.

La dificultosa administración del poder afecta especialmente a la gran población de quienes tienen una baja autoestima (sean o no depresivos diagnosticados).

La sociedad y las religiones intentan darle a quienes suscriben este contrato social o religioso, la sensación de que contarán con la aprobación o bendición de la sociedad o la colectividad de fieles.

Este acto de aprobación más la expresión lingüística por la cual cada uno queda legitimado para referirse al otro como «mi esposo» o «mi esposa», cuando se asocia a una baja autoestima, derivan frecuentemente en abusos, autoritarismo, exigencias, desconocimiento de los derechos del otro, intentos de sojuzgamiento sutil o explícito, que en algún momento provocan un estallido de indignación con ruptura del contrato.

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10 comentarios:

Ma. Eugenia dijo...

Qué bonita esa foto! Se trata de una mujer o de una escultura?

Luana dijo...

A mí también me gusta la escultura. A veces me siento así, rodeada de un muro de piedra, escondida en un hueco. Siento que quienes me quieren prefieren no verme erguida, no verme a los ojos.

Marta dijo...

Hay parejas donde se da una convinación tal de personalidades, que hace campear el autoritarismo. He observado (con mucha envidia de mi parte) que mi ex resulta una persona completamente distinta con su actual esposa.

Hugo dijo...

Me indigna que ella diga MI hijo o TU hijo, según la circunstancia y siempre para herir. Para que diga NUESTRO hijo tiene que estar muy bien amada (por no decir otra cosa).

Laura dijo...

Claro que sí Hugo! Una mujer o un hombre necesita ser bien amado, o bien cogido, como vos quieras.

Oriente dijo...

A mí lo único que me impide ser presidente de la nación es mi escasa capacidad oratoria.

Rosana dijo...

Administrar el poder en el matrimonio es de lo más difícil. No hay una normativa clara a la que aferrarse, además no es como con los hijos, conde la relación es asimétrica. Los esposos están a un mismo nivel, de igual a igual, pero en los hechos eso casi nunca se da. Uno de los dos toma las riendas en el asunto, y a veces es la mujer.

Héctor dijo...

Creo que siempre fueron cambios en el afuera (pero que me tocaban directamente) los que elevaron mi autoestima. Mejorarla desde mi mismo me ha sido difícil.

Dardo dijo...

Creo que no estoy deprimido, sin embargo me sucede que mientras no estoy en el trabajo me la paso en la cama, como Onetti.
(Me gusta decir "como Onetti" porque eso me sube la autoestima)

Anónimo dijo...

Cuando nos casamos tuvimos que pedirle a esos que trabajan en el Registro Civil, para salir de testigos a cambio de unos pesos, porque ningún amigo o familiar aprobaba el casamiento.
Los dos teníamos antecedentes de homicidio en primer grado, pero nadie creyó en nuestra rehabilitación. "Haste la fama y échate a dormir" dicen, qué se le va a hacer.