La verdad es probable que se encuentre atomizada y distribuida en la cabeza de todos los seres humanos, sin distinción de razas, regiones, países, credos, estudios o riqueza.
Como ella es tan prestigiosa, todos hacemos algún tipo de publicidad para hacerle creer a los demás —pero sobre todo para creerlo nosotros mismos— que poseemos una dosis de verdad superior al resto.
Tanta necesidad de poseerla quizá tenga su origen en que suponemos que aquellos que mejor vinculados están con ella, más probabilidades tienen de ser exitosos, lo que a su vez significa obtener mejores resultados, sufrir menos, gozar más. En suma: ser más felices.
Pero lo que realmente nos consume grandes cantidades de energía —aunque parezca mentira—, es la publicidad.
Parecería ser que «la verdad sobre nuestra verdad» depende de que la confirmación nos venga de afuera, que otros lo piensen, que otros lo digan.
Aunque la mayoría pensamos que podemos conformarnos con nuestra evaluación sobre lo que somos y sobre el grado de acierto en nuestra forma de vivir, este esfuerzo tan importante aplicado a convencer a los demás de nuestras creencias, postulados, hipótesis, «verdades», me hace pensar que dependemos mucho del «qué dirán», de la opinión ajena.
En esta línea, no sería ilógico decir «yo soy quien tu pienses que soy».
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20 comentarios:
Quienes de verdad saben no tienen porqué gastar energía en tratar de convencer a los demás.
Desde pequeño me dicen que soy torpe y los ténicos en motricidad siempre me mandan al psicólogo. Finalmente fui y parece que era cierto no más: Ellos dijeron que soy torpe y seguiré siéndolo hasta que deje de obedecerles.
Imagino que en todos los países existe un sistema de enseñanza central que nos convierte en ese ciudadano que todos quieren que una sea. El gobierno es un reformatorio que transforma a hombres y mujeres naturales en robotitos oficialistas.
Qué raro que usted haya escrito esto que se la pasa opinando de todo como tratando de convencernos de sus hipótesis psicoanalíticas. Acá entiendo lo que escribió (en gral lo entiendo) pero no lo entiendo a usted.
Los hombres también son bastante extraños, no?
Me gustó muchísimo que diga que quizá la verdad está atomizada y distribuida en todo tipo de gente.
Eso me hace pensar en que no estoy tan equivocada cuando pienso que hasta la gente más humilde tiene cosas para enseñarnos a todos.
Bien Lic., va apuntando a que la verdad existe;me quedo más tranquilo para algo sirve el intelecto.
Acá hay un error grosso. Por ahora, YO SOY YO, y no acepto objeciones.
La verdad es que en parte somos como suponemos que nos ven los demás. También somos como nos vemos a nosotros mismos. Y somos lo que otros ven que nosotros no vemos y ni se nos da por pensar. Es un lío de novela, más aún si aceptamos, como ud propone, que la verdad está más esparcida que los granos de arena. O peor, que la verdad absoluta es una entelequia.
Para hablar de la verdad tenemos que referirla a algo en concreto. Lo demás es pura especulación filosófica.
A mí me definieron mis padres. Ellos deseaban una hija pero tuvieron un hijo. Aún estando yo ahí, con mi verdad irrefutable de varón por naturaleza, ellos continuaron deseando una hija. Entonces cada vez que me miraban veían una niña. Y yo con el tiempo aprendí a ver en mí a una mujer.
Cuando tengo sed tomo una Coca Cola que me aumenta la sed. Miles de Millones invertidos en propaganda, me enseñaron que contrariamente a lo que dice mi cuerpo, a pesar de todo, la Coca Cola sí saca la sed.
Yo me guío por la balanza. Así puedo saber si estoy gorda. El espejo se pliega a mi estado de ánimo y es muy condescendiente. Aprendí a desconfiar de él.
Para saber si tuve éxito en el teatro me guío por el público. Ahora, si se trata de evaluar la calidad de mi actuación, confío más en mi propio criterio.
Bien dicen que "pueblo chico, infierno grande". Si te dejás impresionar demasiado por el "qué dirán" no tenés vida. Los chismes te sirven para conocer al chismoso porque revelan su escala de valores y su forma de ver la vida.
Le aseguro que no soy lo que ella piensa que soy.
Y sí...se necesita cierto concenso. A mí no me alcanza mi autoevaluación, salvo en los aspectos más íntimos de mi persona.
Llegado el tiempo de las campañas electorales, apago el televisor y la radio. Hasta la licuadora, apago por las dudas. No soporto que traten de convencerme cada cinco años de las mismas mentiras.
Hay verdades que me quitaron la inocencia y de a poco me debilitaron la capacidad para ser feliz.
Si uno sabe, pero los otros no saben que uno sabe ¿qué hace con lo que sabe?
Si tenés una verdad que considerás valiosa querés transmitirla, es más, sentís la obligación de transmitirla.
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