¿Por qué a mí? se pregunta una y otra vez el enfermo de cáncer. ¿Por qué no a mí? se preguntaban una y otra vez los que se salvaron de morir en el Holocausto.
Detrás de ambas interrogantes está «la culpa». En el primer caso, la angustia ante la enfermedad inspira suponer que se trata de un castigo, mientras que en el segundo caso el horror vivido en los campos de exterminio dejó en muchos la sensación de que cometieron alguna omisión con los que sí perecieron y que eso merecía el castigo de la propia muerte.
Estas terribles fantasías de culpa son organizadoras de un pensamiento que, sin ellas, podría terminar en locura.
La locura es una solución deseada pero extrema. La aparición de la culpa viene a interceptar nuestro impulso a tomar medidas desproporcionadas.
¿Y porqué una vivencia de muerte nos perturba tanto?
Según creo es un síndrome de privación. Si algo (un pronóstico, una tragedia terminal) nos interrumpe el consumo de negación de nuestra propia muerte, nos descompensamos, huímos hacia la locura, ésta nos asusta y apelamos a las fantasías de culpa que nos organiza el pensamiento como para que pueda procesar tanta angustia.
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21 comentarios:
Este perrito sí que sabe comprarse a los amos...
Es cierto todo lo que dice. Lo siento así aunque hasta ahora no lo sabía.
La culpa es un mal menor cuando uno se la inventa a gusto, pero cuando le es impuesta por los que tienen poder, es una lápida que puede enterrarnos en vida.
Muchas veces he tenido la sensación de que estoy enloqueciendo y cuando me paro en la terraza de un piso alto, creo que ya me voy a tirar al vacío.
He sido operada muchas veces y mi terapeuta ha pensado que quiero jugar con la muerte (por la anestesia y el riesgo quirúrgico). Es probable.
Esto de la culpa como organizador es un tema que nunca lo hábía pensado ni lo he leído en ninguna de mis muchísimas lecturas. ¡Qué interesante!
No recuerdo un solo día de mi vida en el que no haya recibido alguna sensación de que soy culpable por algo. Me persigue a mí o la persigo yo a ella (a la culpa).
A mí me parece que la culpa siempre está formando parte de un relato. Es éste el que realmente nos organiza. La culpa sola no funciona. Necesita un guión que le de contexto.
Me parece que una vivencia de muerte lo perturba a cualquier ser animado.
El tema del holocausto y de Amia en Buenos Aires me parece que ya se ha tratado suficientemente. Fue grave pero lo están estirando.
He sabido de gente que se enloquece y después recupera la cordura.
La vida es hermosa pero algunas experiencias hacen desear morir. Si uno no tiene presente que después todo mejora, puede dejarse llevar por esas crisis y cometer la locura de dejarse morir.
Es muy cierto lo que ud. dice. Tuve la oportunidad de conversar con un grupo de mujeres que habían intentado matarse y luego de salir de la crisis, decían que no volverían a intentarlo "porque no puedo hacerle eso a mis hijos". Entonces ahí la culpa servía, porque organizaba. Distinto es cuando los hijos en realidad no te precisan, mirás a los cuatro costados y nadie te precisa. Si en ese momento no tenés un asunto contigo misma, es decir, si vos no te precisás a vos, te quedás sin argumentos para seguir viviendo.
Algo muy importante y que la Trucha no menciona, aunque queda sugerido, es que el argumento para vivir, para precisarse a uno mismo, está presente cuando "estás en misión" ¿Qué es eso de estar en misión? Disfrutar en la búsqueda de algo. Si ese algo además te trasciende, mucho mejor.
Me hizo acordar a una canción de Silvio Rodríguez que dice:
"Soy feliz
soy un hombre feliz
y quiero que me perdonen
por este día
los muertos
de mi felicidad"
El castigo a quienes violan la ley, implica hacerles pagar una culpa. Después de que el individuo paga por lo que ha hecho (en caso de que se lamente por su actuación)se restablece la paz interior y puede volver a empezar (a delinquir no, volver a empezar una nueva vida)
Se me ha ocurrido pensar, con esto que ha sucedido en el Hogar Piedras del INAU, que los menores infractores posiblemente sientan que no tienen ninguna culpa que pagar. Es más, quizás estén convencidos de que la deuda la tenemos con ellos (y razón no les falta). Esto quizás pueda explicar en parte, los destrozos a su lugar de reclusión.
Tuve la desgracia de casarme enamoradísima del 1er hombre que conocí cuando era todavía una chiquilina ¡¿Por qué a mí?! No tiene ningún sentido la pregunta. Fue mala suerte, punto. Pero debo reconocer que durante mucho tiempo me sentí culpable, porque pensaba que carecía de capacidad para amar.
Muchas personas, inteligentes y cultas, piensan alocadamente (según mi criterio) que la maldad se paga en esta vida. De ahí la explicación de porqué a esa persona la enfermedad o la desgracia que sea. A mí me parece un sinsentido pero me doy cuenta que esa forma de pensar, da sensación de justicia a nuestro mundo interno.
Además de nuestra propia muerte, negamos el camino que nos conduce directo a ella: la vejez.
A veces me pongo a mirarme y a mirar. Me miro en el espejo, luego salgo a la calle y miro a la gente caminando por la vereda o en los ómnibus. ¡Qué viejos estamos la mayoría! La medicina nos acostumbró a prolongar la vida y ya nos parece natural. ¡Pero mirémosnos unos a otros! Somos muy viejos.
¿Cómo puedo darme cuenta si acepto mi muerte general y contínua? ¿Será que sólo puedo aceptar la muerte final, la definitiva?
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