domingo, 5 de octubre de 2008

Al rescate de un pulmón

Cuando estaba a punto de divorciarme porque mi amada esposa me tenía harto, el amigo de un amigo (que resultó ser psicólogo), salvó mi matrimonio.

Desde que nos casamos con Florencia había puesto los puntos sobre las íes con el tema “fútbol”. Si a mi me impiden ir a la cancha, viajar junto con mi cuadro o no participar de los festejos, es como si me quitaran un pulmón.

Ella es una excelente mujer, gran compañera, maravillosa madre y capaz de cocinar los tucos más espectaculares que alguien pueda cocinar, pero tiene eso: cuando vuelvo de la cancha los domingos está siempre con un carácter insoportable, tenemos disputas muy feas porque justamente ella «intenta quitarme un pulmón» y yo me defiendo en proporción a su ataque.

La decisión de divorciarme era para mí algo muy penoso que lo estaba postergando mes tras mes porque además de todo debo confesar que la quiero. Pero su amenaza de extirparme el fútbol me supera.

Este amigo de un amigo me dijo que probablemente el problema de Florencia es que los domingos de tarde se deprime como tantas personas (parece ser que el domingo de tarde y el lunes todo el día, son horribles) y que yo podría colaborar con ella (e indirectamente conmigo, salvando mi matrimonio y mi pulmón) consiguiéndole algo para que ella no se aburriera los domingos de tarde.

Como todo en la vida depende de uno pero además de la suerte, me acordé que otro fanático enfermo como yo tenía un problema similar con su esposa y propiciamos un encuentro entre ambas. Él hizo una carne asada en la parrilla que tiene en la azotea, las mujeres se conocieron, gracias a Dios y a la Virgen Santísima se hicieron amigas y ahora se encuentran los domingos de tarde para pasear, ir al cine, tomar el té en alguna confitería o visitar familiares.

Felizmente ahora puedo respirar aliviado. Con los dos pulmones.

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18 comentarios:

Anónimo dijo...

Al final parezco una histérica. Me divorcié de mi anterior mujer porque me rompía las pelotas porque soy fanático del basquet y ahora ésta me tiene podrido porque no le importa nada.

Anónimo dijo...

Hay muchos chistes sobre estos desencuentros conyugales, que si no hicieran gracias serían patéticos.

Anónimo dijo...

La gente con problemas comunes (enfermedades, vicios raros, calamidades) suelen juntarse para apoyarse mutuamente. Las esposas de necios deberíamos agruparnos para formar un frente común. Por ejemplo: las abandonadas domingueras de plaza de mayo. Ya tengo el nombre.

Anónimo dijo...

Los comprendo a los dos. Me crié en una familia disfuncional por este tipo de incompatibilidades y a veces pienso que las dificultades que tengo ahora que soy mayor tienen su origen en aquellas rencillas. Mi terapeuta me dice que no es así necesariamente.

Anónimo dijo...

Lo que está equivocado es que dos personas vivan juntas bajo un mismo techo con la obligación de no poder huir hacia un bosque y volver días después.

Anónimo dijo...

Los domingos de tarde son los peores para mí. Son poquísimas las veces que tengo salida y suelo pasarlo tirada en la cama pensando cosas horribles.

Anónimo dijo...

Uno de los problemas que tienen las parejas jóvenes que conviven, es que trabajan todo el día y el fin de semana, cuando podrían estar juntos, ambos tienen asuntos pendientes, ya sea encontrarse con amigos, ir a un espectáculo deportivo o del que sea, ponerse al día con la casa, cocinar para el resto de la semana, ir a la feria, visitar a la madre o al padre de alguno de los dos ("que los tenemos re-abandonados") etc, etc. Entonces, cuando llega el fin de semana, decidir de común acuerdo, qué hacer con ese poquítisimo tiempo libre, es muy difícil.

Anónimo dijo...

A mi no me parece que sea tan poco el tiempo para estar juntos, aunque ambos trabajen. ¡Se ven todas las noches! ¡Duermen juntos! Probablemente hasta desayunen juntos. Se quejan porque les faltan temas.

Anónimo dijo...

Cuando mi esposa se ve con sus amigas yo aprovecho para ver a todas las personas que ella detesta. De ese modo llegamos a un equilibrio ventajoso.

Anónimo dijo...

Mi padre le extirpó a mi madre tantas cosas que me resulta asombroso que aún le quede lo suficiente como para caminar. Más asombroso aún es que ella no acumuló rencor y sigue amándolo hoy, aún después de estar muerto.

Anónimo dijo...

Pertenezco al club "domingos funestos" en Gijón, España. A ese club concurrimos hombres y mujeres de todas las edades para ganarle al domingo. Recuerdo que una vez las cosas salieron mal, pero esa fue una excepción. Habíamos planificado una visita a un castillo medieval, del que ya no recuerdo el nombre. Para llegar era necesario hacer un largo recorrido a pie. En la mitad del camino se quedó, para siempre, un compañero entrañable, que nos acompañaba justamente ese domingo porque su esposa asistiría a las bodas de oro de sus padres.

Desde aquí va mi homenaje al hombre, al luchador, ese que enfrentó con altivez y entereza cada uno de esos domingos funestos, hasta que uno, al fin, le quebró el corazón.

Anónimo dijo...

Antes ir al estadio era mi pulmón. Ahora es mi adrenalina. Cada vez que voy me siento como uno de los 33 orientales: ¡libertad o muerte!

Anónimo dijo...

Lo que es para pulmón, yo buscaría la playa, un parque, algún pequeño pueblo del interior, un arroyo.
El problema es que los lugares que sirven para distenderse son bastante solitarios. Y si me distiendo solo, un domingo, en un lugar de esos, seguro que me mato.
Tengo que admitirlo, me falta riqueza interior.

Anónimo dijo...

Si leonardo no me respeta mis espacios, ya sabe, él vuelve al zoológico y yo a villa pancha.

Anónimo dijo...

Mi esposa sufre de una EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica). Espera (y yo junto con ella) un trasplante que le cambie la calidad de vida. Pero hay que esperar mucho. Una noche pasó que mi señora esposa estaba con una fiebre que volaba (fruto de las frecuentes infecciones pulmonares que padecía). Presa de la fiebre se abalanzó hacia mí, con la cuchilla más grande que encontró en la cocina. Traté de contenerla, pero ella sonreía dulcemente, al tiempo que blandía la cuchilla como si fuese una espada y repetía una y otra vez: "operemos ahora mi amor, hagámoslo ahora amor" . Gracias a Dios y la Virgen, mi hijo mayor escuchó lo que estaba sucediendo y acudió en mi ayuda.
Ahora está felizmente operada y cuando recordamos este suceso, lloramos de la risa.

Anónimo dijo...

No soporto vivir con nadie. Ni siquiera con un gato. Últimamente a mi compañera se le ha puesto entre ceja y ceja que debemos vivir juntos. Tiene argumentos de todo tipo y color. Cuando se explaya voy sintiendo de apoco una sensación de ahogo cada vez más insoportable. No entiende que el pulmón yo lo necesito los 7 días de la semana. No acepta que somos distintos. A ella le gustaría dormir conmigo y si yo me despertase y encontrara a alguien durmiendo al lado, sería capaz de salir a correr por la rambla.

Anónimo dijo...

Desde que mi esposo comprendió que necesito tener actividades fuera de casa, vida social y amistades, soy otra. Rescaté el pulmón que tenía todo estrujado como una esponja vieja.

Anónimo dijo...

A mí lo que me quita el aire y me ahoga el corazón es la soledad. No pretendo tener al lado un ente que me siga para todos lados, pero sí alguien a quien poder mirar, abrazar y besar, todos los días.