domingo, 26 de octubre de 2008

Papá y mamá Andrea

La vida fue muy dura con Andrea.

Cuando tenía sólo 13 años, quedó encargada de cuidar a sus dos hermanos más chicos (varones de 12 y 11 años) porque la abuela, si bien dijo ante el gobierno que se haría cargo de ellos tres cuando murió la madre, en realidad sólo cumplía a cabalidad cobrando el dinero que recibía del estado.

Por razones genéticas, de tamaño físico y hasta culturales, Andrea tenía que ejercer el poder ante dos chicos más grandes que ellas y envalentonados por el machismo ambiental.

Ella tenía unas consignas muy efectivas para darse órdenes, alentarse y justificarse a sí misma. Se decía por ejemplo «Si no te gusta la sopa: ¡dos platos!»; «A caprichoso, caprichosa y media»; «El que pega primero, pega dos veces».

Sus estudios terminaron tempranamente aunque su ignorancia sobre lo que es vivir fue desapareciendo con rapidez.

Desarrolló la destreza de adivinar las intenciones de la gente con velocidad desesperada cuando la acusaron injustamente de robar en una frutería. Cuando trató de dormir esa noche con el corazón a mil latidos por minuto, se restregaba los pies pensando de dónde había salido su capacidad para decir cosas coherentes a tanta velocidad y con voz tan caudalosa.

Lo que ella no pudo hacer se lo impuso a sus hermanos: tenían que terminar los estudios y ponerse a trabajar cuanto antes. Lo que la naturaleza no le dio en cuanto a fuerza física y estatura, se lo dio en capacidad oratoria. Quienes habían padecido alguna de sus palizas verbales, no necesitaban después más que una mirada amenazante para comprender por telepatía cómo debían rectificarse.

Con ella siempre simpatizamos porque tenemos buena química y escribo esto al verla haciendo las tareas con nuestro hijo de dos meses en sus brazos, entrecerrando un ojo porque casi no se saca el cigarrillo de la boca y deteniéndose de vez en cuando para tomar un pequeño sorbo de aguardiente. ¡Es adorable!

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16 comentarios:

Anónimo dijo...

Dos cositas que me rechinaron: Con el texto no me supuse una imagen tan elegante como la de la foto y segundo, ese cigarro con ese aguardiente le quitan -para mi gusto- una femineidad que prefiero.

Anónimo dijo...

Me gusta xque mi género queda bien presentado, aunque como exfumadora ya estoy maniática y me preocupa que fume tanto, encima con un bebito en brazos como fumador secundario. Me estropearon la entendedera la publicidad anti-tabaco.

Anónimo dijo...

Las pruebas de la vida nos hacen desconfiados. No se puede ser bueno porque te comen.

Anónimo dijo...

Me gustan las películas donde hay juicios orales por los personajes que hacen maravillas con los discursos.

Quizá sea porque soy muy tímido y frecuentemente tartamudo.

Anónimo dijo...

Creo que si mis universo quisiera acostarse conmigo y tuviera olor a tabaco y alcohol, no se me pararía ni por decreto.

Anónimo dijo...

Me dejaron embarazada muy temprano y soy un poco hermana de mi hija.

Anónimo dijo...

Me fascinó esa foto, sé que es una actriz muy conocida pero no doy con el nombre. Si alguno de los lectores lo sabe ¿me lo pasa?

Anónimo dijo...

La abuela cobraba el dinero y jugaba al pócker. Les puso cuchetas en el comedor a los nietos y ocupó el cuarto de los niños con sus medias de seda, portaligas y una cama redonda con colchón de agua. Esta fue su última adquisición. Murió en esa cama y en una situación muy feliz.

Anónimo dijo...

Es cierto, para Andrea no fue fácil educar a sus hermanos. Lo logró con una pizca de amor y mucho, mucho, terror y prepotencia. Hacía cosas un tanto inusuales, como pararse al lado de la cama de sus hermanos por la noche y quedarse mirándolos fijo, hasta que al menos uno de los dos se despertaba despavorido cuando la veía con su largo camisón blanco y los ojos duros como hielo.

Anónimo dijo...

Vale la pena desarrollar aquí el dato del tamaño físico de Andrea. Ud. lo menciona al pasar, como si no tuviera demasiada importancia, pero ¡sépanlo lectores, yo conocí a Andrea y sé de la importancia de su tamaño!
Cuando sus hermanos entraron en la adolescencia, se agudizó el problema. Llegaban tarde en la noche y alcoholizados. En esas circunstancias Andrea reducía- sin proponérselo- su tamaño y se escapaba a través del espejo.

Anónimo dijo...

Es cierto, ella decía "el que pega primero, pega dos veces". Por lo general el que pegaba en doblete era el de 11, que era el más chico y el más irascible.

Anónimo dijo...

Cuando nos decía. "si no te gusta la sopa, dos platos", se los tomaba con espíritu estoico, como envalentonándose en la desgracia. A veces a mí me daba pena y tomaba la sopa con ella.

Anónimo dijo...

¡Claro que sabía vivir!
A ella le gustaba el aceite de oliva "extra-virgen" y yo no podía evitar tentarme cuando la veía usando esa botella.

Anónimo dijo...

Tanto adivinaba las intenciones de la gente que llegó a descompensarse y tener síntomas de inequívoco desorden mental, como robo del pensamiento, lectura del pensamiento y otras acusadas ideaciones paranoides.

Anónimo dijo...

Andrea desarrolló sus extraordinarias capacidades telepáticas conmigo. Recuerdo que durante muchos años practicamos el siguiente ejercicio: Yo pensaba en el lugar donde había escondido el aguardiente y ella debía representarse mentalmente el sitio y acudir por su trago. ¡Siempre lo lograba!

Anónimo dijo...

Estoy deseando que el crío se cambie los pañales solo.