Es más fácil hablar y comunicar que oír y entender. Los psicoanalistas se especializan en oír y entender... sin prestar atención.
Quino, es un humorista genial, que muchas veces nos dejó mudos porque
sólo se expresó gráficamente, sin utilizar palabras.
Con una secuencia de dos escenas (imagen), «entendemos» que una señora le pide a su empleada que restablezca el
orden en una sala y ésta, no solo puso todo en su lugar, sino que además
reubicó las caóticas imágenes del famoso cuadro de Picasso, titulado
«Guernica».
Esto me da para pensar dos cosas:
1) que es más difícil oír-entender que
hablar-comunicar; y
2) que esta dificultad para oír-entender es
la causa de que muchas más personas se dediquen a hablar-comunicar y tan pocas
se dediquen a oír-entender.
Justamente, esta dificultad (oír-entender) es la que unos pocos
psicoanalistas intentan superar, con muchos años de estudio y, sobre todo, de
análisis personal.
Técnicamente, el psicoanalista debe desplegar una atención flotante, esto es, ligeramente dispersa, como si estuviera
distraído. No haría las cosas bien si le prestara una atención obsesiva a los
dichos del paciente.
Esta característica de la escucha psicoanalítica me lleva nuevamente a
Pablo Picasso. Según parece, alguna vez, él dijo: «Yo no busco, yo encuentro».
Como he mencionado algunas veces, no es
importante quién lo haya dicho ni tampoco qué fue lo que quiso decir. Lo
importante es qué podemos pensar con el estímulo que nos provoca esa frase.
En este caso podríamos decir que la
«atención flotante», la «concentración distraída», es un estado de conciencia
sereno con el cual podemos estar atentos a todo lo que ocurre. Con ella
atendemos todo lo que nos rodea.
Con este estado, no buscamos nada en
particular, pero nos preparamos para encontrar cualquier cosa que pueda
interesarnos.
Por eso el psicoanalista escucha
distraídamente.
(Este es el Artículo Nº 2.037)
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