viernes, 11 de octubre de 2013

Los imprescindibles deseos insatisfechos




Contradiciendo el sentido común, no podemos vivir sin deseos insatisfechos. Amamos a quien nos complace solo algunos, pero no todos.

El hombre estaba perdidamente enamorado de aquella mujer. Ella gustaba de él y también lo quería. No estaba enamorada.

Cuando una mujer da por terminada su etapa reproductiva busca un compañero que sea cariñoso, protector. Busca a un buen amigo. Si este se desempeña bien en los juegos sexuales, mejor, pero no es imprescindible.

En este caso, bastante frecuente, el varón soñaba con la mujer y no le dejaba faltar nada. Cualquier insinuación de ella, por sutil que fuera, desencadenaba en él una catarata de obsequios.

A ella le gustaba tanta generosidad pero llegó al punto que se cuidaba mucho de manifestar algún deseo que pudiera satisfacerse con regalos porque tantos obsequios la abrumaban. Tenía dificultades para hacer los gestos de sorpresa y de gratitud que suelen esperarse en estos actos de generosidad.

Sin embargo, tenían peleas muy agrias, aún cuando él recorría varios cientos de kilómetros tan solo para verla y ser besado con ternura. ¿Cuál era el motivo de tantas riñas? Que él no terminaba de separarse y divorciarse de su esposa.

Ella no quería más regalos, lo quería libre, divorciado.

Un día ocurrió el anhelado momento: el entró radiante en el pequeño apartamento y le dijo, exultante: «¡Empecé los trámites de divorcio. Me vengo a vivir contigo a partir de ahora!»

Seguramente usted está pensando lo mismo que ella: «¡Qué alegría!, ¡Por fin!», pero se equivocaron usted y ella: la noticia tan esperada le cayó como un balde de agua fría, sintió angustia. No solo ya no sabía cómo agradecer los interminables regalos sino que tampoco sabía alegrarse por esta buena noticia.

En suma: Esta mujer, como cualquier otro ser humano, no puede vivir sin deseos insatisfechos.

(Este es el Artículo Nº 2.046)

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